miércoles, 26 de diciembre de 2007

"Me preocupa la recepción del público". Entrevista a Roberto Bolaño

por Carolina Andonie Dracos
El Mercurio, 10.08.2002




En Blanes (España) hace un calor sofocante y el estudio de Roberto Bolaño no tiene aire acondicionado. Este escenario hace más tediosa la tarea de lidiar cada día con las mil páginas que tendrá su próxima novela "2666", cuyo título amerita "una extenuente explicación". Ya en la cuenta regresiva para la entrega del Premio Nacional de Literatura nadie se exime de aportar su granito de arena en términos de dimes y diretes. A Roberto Bolaño el tema no le va ni le viene, pese a que la crítica lo considera una de las grandes voces narrativas del momento, ganador del Premio de Novela Romulo Gallegos, en una ocasión señaló: "Me encantaría que en Chile me quisieran y no salieran imbéciles diciendo que no soy chileno. En ese sentido no me deja indiferente una buena crítica, pero tengo la piel dura y sé aguantar golpes". Con todo, el asunto del mayor galardón literario nacional no le quita el sueño. "No estoy nominado al Premio Nacional. La verdad es que una vez dije lo que pensaba de Skármeta y de Isabel Allende, en tanto escritores. Si debo optar entre él y ella, me quedo con la Allende, pero escogiendo entre la espada y a pared. No me parecen candidatos muy representativos de lo que puede ser la literatura chilena, lo que alguna vez fue o pretende ser. Ni uno ni otro han hecho demasiados esfuerzos por hacer literatura", asegura el literato. "Como esto parece ser una especie de elección en medio de una tribu de caníbales, hay que escoger el menos malo, por ello me quedo con la Allende antes que con Volodia Teitelboim. ¿Qué obra de este último tiene un cierto valor literario? Más bien, con su actitud dogmática, ha sido un genio -hablo del Volodia joven- de la antología famosa, pero claro, no vas a estar toda tu vida con una obra que hiciste a los 20".




¿Considera que este Premio ha adquirido un descarado tinte político?
Me parece nefasto, pero no es más que gente que está escupiendo al cielo. Lo único que está haciendo Zurita es aumentar un cierto desprestigio, porque sí se mereció el Premio Nacional, pero su actitud actual, que apunta a la de un burócrata, a la de un funcionario, además, "cahuinero". Supongo que debe ser propio del masoquismo de Zurita, ampliamente demostrado.

¿Qué pasa con su producción?
El Premio nacional me las trae flojísimas, no me interesa en lo más mínimo. Hay dos poetas grandes a los que leo y releo: Enrique Lihn y Jorge Teillier y no obtuvieron el galardón. No haré ningún lobby para que me postulen.

Muchos críticos valoran "Los detectives salvajes" y su injerencia en México, donde se hablaba de las cosas que decía "el niño Bolaño".
"El niño" Bolaño en 2003 cumple 50. Lo que se diga de mi obra en México me tiene sin cuidado. Ahora me están traduciendo en Francia, Suiza, Alemania, Italia y si me preocupara de lo que dicen dejaría de escribir. Mi último viaje fue a París, donde se publicaron tres novelas mías de un golpe, que tuvieron una acogida crítica que no me esperaba. Aparecí en la portada del suplemento cultural de Le Monde. Me da vergüenza porque a Hans Georg Gadamer, un intelectual al que adoro, sólo le dieron una reseña.

¿Qué viene ahora?
Esta novela larguísima, una obra monstruosa, que da para todo. A veces me preocupa la recepción del público ya que es un salto al vacío, porque la apuesta es muy alta. Tiene que ser con una estructura novedosa, los argumentos siempre son los mismos, pero la estructura condiciona la prosodia y eso es realmente una pesadilla.












lunes, 24 de diciembre de 2007

El cuestionario de Proust. Entrevista a Roberto Bolaño

La Tercera, Chile
19.03.2000




Roberto Bolaño, el escritor chileno residente en España, autor de "Las llamadas telefónicas", "Monsieur Pain" y "Los detectives salvajes", acaba de producir "Los perros románticos", una selección de libros anteriores y poemas inéditos. En una reciente visita a Chile se autocalificó como el mejor narrador de su generación.




¿Cuál es el defecto propio que deplora más?
Yo soy una persona llena de defectos y todos son deplorables.

¿Cuál es el defecto que usted deplora más en otros?
La intransigencia, la prepotencia, la intolerancia.

¿Cuál es su estado mental más común?
En los lindes de la idiotez, como casi todos los seres humanos.

¿Cómo le gustaría morir?
Haciendo el amor. (En realidad, a cualquiera le gustaría morir así).

Si después de muerto debe volver a la Tierra, ¿convertido en qué persona o cosa usted regresaría?
Un colibrí, que es el más pequeño de los pájaros y cuyo peso, en ocasiones, no llega a los dos gramos. La mesa de un escritor suizo. Un reptil del desierto de Sonora.

Y si pudiera elegir un personaje de ficción, ¿cuál escogería?
Super Ratón. Bugs Bunny. Speedy González.

¿Cuál es su mayor extravagancia?
Mi gran colección de wargames de mesa y mi pequeña colección de wargames de computador.

¿En qué ocasiones miente?
Cuando hablo de pintura abstracta. Cuando hablo de poesía metafísica.

¿Qué persona viva le inspira más desprecio?
Son muchos y ya soy demasiado viejo como para establecer un ránking.

¿A qué persona viva admira?
Admiro a las madres y abuelas de la Plaza de Mayo. A gente como ellas.

¿Qué palabras o frases usa más?
"Joder" y "coño".

¿Cuál es su idea de la felicidad perfecta?
Mi felicidad imperfecta: estar con mi hijo y que él esté bien. La felicidad perfecta, o su búsqueda, engendra inmovilidad o campos de concentración.

¿Cuál es su mayor miedo?
Cualquier cosa que pueda hacerle daño a mi hijo.

¿Cuál es su mayor remordimiento?
Son muchos y se acuestan y levantan conmigo y escriben conmigo porque mis remordimientos saben escribir.

¿Cuál es la virtud más sobrevalorada socialmente?
El éxito, pero el éxito no es ninguna virtud, es sólo un accidente.

¿Qué le disgusta más de su apariencia?
A los 46 años, si algo me disgustara de mi apariencia sería un gilipollas. Todo me disgusta, pero lo asumo con resignación.

¿Cuáles son sus nombres favoritos?
De hombre, Lautaro. De mujer, Carolina, Lola, María. De perro, Laika, Duque, Popi.

¿Qué talento desearía tener?
Saber tocar la guitarra. Saber jugar al fútbol. Ser un buen jugador de billar.

¿Qué le desagrada más?
La mala educación.

¿Cuándo y dónde ha sido más feliz?
Yo he sido siempre feliz. Al menos, razonablemente feliz. Y en lugares y fechas en donde la felicidad no era precisamente lo que más abundaba.

Si pudiera, ¿qué cambiaría de su familia?
Nada. Primero porque no puedo. Segundo porque es imposible.

¿Cuál es su mayor logro?
Mi mayor logro sería que mi hijo me recordará con cariño. Y que mis amigos y amigas, de vez en cuando, también. Pero eso es una batalla futura.

¿Cuál es su posesión más atesorada?
Mis libros.

¿Cuál es la manifestación más clara de la miseria?
Los niños que mueren de hambre, los que mueren por enfermedades fáciles de combatir, los niños que sufren abusos sexuales, los niños que tienen que trabajar, los que son maltratados por sus padres. La manifestación más clara de nuestra miseria y de nuestro fracaso como seres humanos es eso y es Auschwitz.

¿Dónde desearía vivir?
Si tuviera mucho dinero, en Andalucía, sin escribir ni hacer nada, pasarme el día en los bares y conversando.

¿Cuál es su pasatiempo favorito?
Ver videos hasta las cinco de la mañana.

¿Cuál es la cualidad que usted aprecia más en una mujer?
La inteligencia y la bondad, igual que en los hombres. En tercer lugar el humor, aunque si hay inteligencia y bondad el humor se da por añadidura.

¿Cuál es la cualidad que usted aprecia más en un hombre?
Vaya, creo que esta pregunta ya está respondida. Añadamos una cuarta cualidad, deseable pero no exigible: el valor.

¿Cuál es su héroe de ficción favorito?
Julien Sorel. El Pijoaparte de Marsé. Horacio Oliveira de Cortázar. El Superman de mi infancia. El atormentado Spiderman. Drácula. Sherlock Holmes. El padre Brown. Don Isidro Parodi. El Cristo de Elqui.

¿Cuáles son sus héroes de la vida real?
Los mismos que ya he mencionado. Añadiría a Misael Escuti y a Honorino Landa. Añadiría a Baudelaire y a Oscar Wilde.










viernes, 21 de diciembre de 2007

La literatura nazi en América, de Roberto Bolaño

por José Miguel Oviedo
Letras Libres, Noviembre 2005













He tenido uno de los más agradables desconciertos literarios leyendo La literatura nazi en América. En realidad es un libro publicado originalmente en 1996 por la misma editorial (Anagrama), pero que me había sido imposible conseguir hasta ahora, pese a mi gran interés por la obra de Roberto Bolaño. Como muchos críticos y lectores, considero que Bolaño (Santiago 1953, Barcelona 2003) no sólo es el mejor narrador chileno de fines del siglo XX, sino una figura capital en la literatura hispanoamericana del período, lo que hace aún más lamentable su temprana desaparición. Exiliado al comienzo de la dictadura de Pinochet, vivió buena parte de su vida en México, Estados Unidos y finalmente en España, donde se instaló y fue lentamente haciéndose conocido. Esa experiencia cosmopolita, marginal y desarraigada hizo de él un paradigma del escritor que no pertenece enteramente a ningún lugar y cuya verdadera patria es la literaria, pues se reconoce mejor en los personajes y ambientes creados por su imaginación a partir de otros muy reales.

Tenía el don básico del buen narrador: el arte de convertir cualquier asunto, grande o pequeño, actual o remoto, verosímil o absurdo, en algo personal y cautivante, cuyo interés arrastraba al lector hasta la última página. Su lenguaje era en esencia funcional, pero poseía una tensión lírica, una ansiedad existencial, un impulso visionario y una extraña mezcla de simpatía y cinismo frente a sus propias creaturas; daba la impresión de conocer todas las trampas: las argucias y secretos del oficio, aprendidos de sus febriles lecturas, desde los clásicos hasta la novela fantástica, policial y de ciencia-ficción.

Aunque comenzó como poeta y publicó hasta cinco libros de ese género, es la obra narrativa, que inició hacia 1984 —acompañada por algunos ensayos—, lo que realmente importa. Como novelista y cuentista dejó varias obras tan notables como diversas: Monsieur Pain, Los detectives salvajes, Nocturno de Chile, Llamadas telefónicas y finalmente la monumental 2666, publicada póstumamente en 2004, que confirma la originalidad y profundidad de su visión.

El título La literatura nazi en América me despistó por completo, porque sugería que se trataba de un libro de ensayos. Las palabras con las que el autor lo presentaba le añadían cierta ambigüedad: como "una antología vagamente enciclopédica de la literatura filo-nazi en América desde 1930 a 2010". Esta última fecha —que le otorgaba una punzante ironía— daba una indicación de que el libro no era lo que parecía. Por otro lado, en un excelente trabajo sobre Bolaño, un crítico hablaba de la obra como una novela; yo no iría tan lejos, pero hay un margen para hacer una afirmación como ésa. Su lectura misma me trajo, a la vez, una decepción y una grata confirmación del raro talento del autor.

Lo que yo esperaba era un libro que discutiera formalmente el tema anunciado en el título, y que presentara ejemplos de una corriente de pensamiento que, entre nosotros, tuvo varios cultores —algunos famosos, otros piadosamente olvidados— que forman un grupo bastante numeroso si asimilamos a todos los que, de una manera u otra, sostuvieron ideas racistas, ultranacionalistas, fascistas o antisemitas. Los casos más tristemente célebres son los de Leopoldo Lugones y José Vasconcelos: el primero —gran poeta, narrador y filósofo— hizo un extraño viraje desde el anarquismo de su juventud y el apoyo a la causa aliada en la Primera Guerra Mundial, para terminar defendiendo el militarismo a ultranza, que llamó con exaltación "la hora de la espada"; el segundo pasó de militante de la Revolución Mexicana a identificarse, en la fase final de su vida, con la ideología fascista, en apoyo de la cual publicó la revista Timón. Pero el ejemplo más flagrante es el del novelista y ensayista boliviano Alcides Arguedas (1879-1946), que es recordado como indigenista, lo que no le impidió citar Mein Kampf, en el prólogo a la segunda edición (Santiago de Chile, 1937) de su Pueblo enfermo, entre las autoridades sobre el problema racial. En cambio, Borges, un hombre que siempre admitió ser un conservador y se sintió orgulloso de serlo, fue un fervoroso defensor de la cultura judía en un país y una época en los cuales era difícil y aun riesgoso hacerlo; basta releer "Deutsches Requiem" para comprobarlo.

El lector de este libro buscará en vano aquéllos y otros nombres que ocupan un capítulo vergonzoso de nuestra historia literaria: ninguno aparece porque todos son ficticios. Me bastó revisar el sumario para darme cuenta de que la obra pertenecía a una categoría a medias entre varios géneros y que podría denominarse "ficción no narrativa", con la importante excepción que señalaré más adelante. Adoptaba la engañosa forma de un diccionario de autores, con la diferencia de que todas las entradas biobibliográficas son apócrifas, y de que no aparecen en orden alfabético sino siguiendo agrupaciones algo caprichosas.

Esta clase de libros que aluden, bajo la apariencia de rigurosas recopilaciones, a personas u obras inexistentes tienen ilustres antecedentes: Vidas imaginarias, de Marcel Schwob, Spoon River Anthology, de Edgar Lee Masters (aunque este hermoso libro sea una colección de poéticos epitafios); sin duda, el gran modelo en nuestra lengua es Borges, que escribió un Manual de zoología fantástica, además de Historia universal de la infamia —donde rehizo a su anteojo vidas legendarias o de otros autores como si fuesen suyas— y de célebres relatos como "Examen de la obra de Herbert Quain", "El acercamiento a Almotásim" o "Pierre Menard, autor del Quijote", que giran alrededor de libros inventados (en el último caso, a imagen y semejanza de uno real).

Esa huella borgesiana es visible en el trasfondo del libro de Bolaño: lo mueve una intención paródica, de juego ilustrado, lleno de guiños irónicos y de burlas a veces encarnizadas, a veces benévolas. Con frecuencia, Bolaño mezcla, como su maestro, lo ficticio con lo real para crear una sensación de verosimilutud en lo disparatado. Nos dice que su apócrifo Juan Mendiluce Thompson, miembro de una ilustre familia de intelectuales que podría ser el reverso del clan de Victoria Ocampo, detestaba la literatura inglesa y francesa y que lanzaba "diatribas contra Cortázar, a quien acusa de irreal y cruento; contra Borges, a quien acusa de escribir historias que 'son caricaturas de caricaturas' y de crear personajes exhaustos [...]; sus ataques se hacen extensivos a Bioy Casares, a Mujica Lainez, Ernesto Sabato" (p. 27). Entre las propuestas de Silvio Salvático figuran "la reinstauración de la Inquisición" y "la concesión de becas literarias a perpetuidad" (p. 57); de Daniela de Montecristo se cuenta que "en la nalga izquierda llevaba tatuada una svástica negra" (p. 95).

Un aspecto muy disfrutable de estas páginas es el de adivinar a quiénes alude Bolaño con sus personajes, lo que no es fácil. El lector puede pensar que con Segundo José Heredia le echa una broma al poeta cubano José María Heredia, o que tras el guatemalteco Gustavo Borda se oculta el nada ficticio colombiano Juan Gustavo Cobo Borda. Pero las respectivas entradas parecen desmentirlo. De paso, las fichas biográficas de algunos personajes los hacen "morir" en el futuro: Borda en 2016, Argentino Schiaffino en 2015, etcétera.

Detrás de este aparente diccionario está su inesperada conexión con el mundo narrativo del autor, donde también hay un constante juego entre lo puramente literario y lo testimonial y aun lo histórico. Desde ese ángulo cabe leer el libro: de otro modo, como un conjunto de vidas, situaciones y obsesiones de consistencia abiertamente ficticia, con las cuales se podría construir decenas de novelas, lo que subraya la rica inventiva de Bolaño.

Igualmente, debe recordarse que un rasgo clave en su obra novelística es la presencia protagónica de escritores y lectores como compañeros de ruta de seres marginales o perversos. La indagación del mal es un interés supremo que asocia a policías y criminales con escritores convertidos en "detectives salvajes". La violencia de cuño nazi no está, pues, muy lejos en el horizonte de estos individuos. En Estrella distante, novela publicada el mismo año que La literatura nazi..., aparece un piloto de la Fuerza Aérea Chilena implicado en la tortura durante los años de Pinochet. Ese mismo episodio aparece sorpresivamente al final del diccionario de Bolaño, cuyas últimas treinta páginas constituyen la gran excepción a la cual me referí antes: abandonan del todo el formato de ficha o reseña biobibliográfica (hay conatos de eso en algunas otras entradas, como la de Wully Schürholz) y convergen y se funden con el mundo narrativo —concreto, no virtual— del autor.

Esas páginas son absolutamente fascinantes y tienen una cualidad alucinante o pesadillesca, sin dejar de ser puntualmente reales: componen un relato autónomo, inundado por ráfagas torrenciales de acontecimientos y terribles escenas que nos quitan el aliento. Todo comienza, tramposamente, como una entrada más del diccionario, dedicada a Carlos Ramírez Hoffman, cuya ficha personal ("Santiago de Chile, 1950—Lloret del Mar, 1998") hay que tener muy presente. El texto se abre así: "La carrera del infame Ramírez Hoffman debió comenzar en 1970 ó 1971, cuando Salvador Allende era presidente de Chile" (p. 193). El personaje participaba entonces en un taller literario, era conocido bajo el nombre de Emilio Stevens y enamoraba a las dos hermanas Venegas.

A partir de allí su vida adquiere un carácter cada vez más siniestro y delirante, estrechamente vinculado a la historia política chilena. Lo vemos, ya en plena dictadura, pilotear un avión militar (recuérdese Estrella distante), dar vueltas sobre un campo de concentración y escribir "poesía aérea" con letras de humo y con mensajes crípticos u ominosos como "La muerte es amor", que traen un eco del grito fascista "¡Viva la muerte!", en la Guerra Civil Española. Una de sus hazañas es haber dibujado en el cielo "una estrella que se confundía con las primeras estrellas del crepúsculo" (p. 200); otra es secuestrar y asesinar ferozmente a las Venegas.

Usando una forma de narración en flujo continuo —cuyo foco cambia todo el tiempo, siguiendo, sin pausas, una trayectoria tan lógica como delirante—, los acontecimientos envuelven a figuras históricas —como el general Arturo Prat—, incluyen referencias paródicas (el personaje escribe una obra teatral bajo el seudónimo "Octavio Pacheco", broma que todos entenderán), y presentan una creciente participación del narrador en su relato, con su propio nombre y en primera persona; es decir, la ficción absorbe y relativiza todo. La vida criminal de Ramírez Hoffman emplea como pantalla diversas actividades artísticas: fotografía, su adhesión a tenebrosas teorías que propugnan la abolición de la literatura y de los escritores como tales, etc. Las páginas que llevan al ambiguo final (que no revelaré) en Lloret de Mar, cerca de Blanes, donde Bolaño pasó su vida española, son vertiginosas y memorables, tal vez entre las mejores escritas por el autor.

La literatura nazi en América es un libro extraño, que no brinda el placer informativo que el lector esperaba confiado en el título, sino el tormentoso placer que secretamente nos tenía reservado. El texto comienza como un mero catálogo de fantasías librescas y culmina en una aterradora alegoría de la historia política y de la actividad literaria como una sola abominable experiencia.










lunes, 17 de diciembre de 2007

Bolaño: el canto del cisne de la globalización

por Gustavo Faveron-Patriau
La Tercera. 08.12.2007











Quienes echen una mirada a los ránkings y balances anuales que por estas fechas aparecen en la prensa anglosajona, confirmarán muchos de sus prejuicios sobre el etnocentrismo de la crítica en EEUU e Inglaterra, pero también se encontrarán con más de un indicio de atípica apertura. Para mi gusto, el más notable es el resultado de la encuesta que el blog Critical Mass ha realizado entre los 800 miembros del National Books Critic Circle de EEUU, donde los libros ganadores han sido en ficción, The Brief Wondrous Life of Oscar Wao, del dominicano-norteamericano Junot Díaz, y, en no ficción, Brother, i’m dying, de la haitiano-norteamericana Edwige Danticat: ambos nacieron en la isla caribeña de La Española, Díaz es hablante de español y Danticat de francés y creole: para los dos el inglés es una segunda (o tercera) lengua. Los mejores escritores norteamericanos del 2007 aprendieron el inglés en la escuela.

Puede resultar menos espectacular -pero no es menos importante- la presencia repetida de Roberto Bolaño en otras listas similares, en especial la aparición de Los Detectives Salvajes (traducción de Natasha Wimmer, quien ahora trabaja en 2666) entre las mejores cinco obras de ficción del año según los críticos del New York Times. Junto al de Bolaño, en esa nómina mínima, figuran tres libros escritos originalmente en inglés y sólo otra traducción: Salir a Robar Caballos, del noruego Per Petterson. En EEUU, donde la diferencia entre cualquier aficionado al cine y un verdadero cinéfilo es que el segundo está dispuesto a leer subtítulos, superar la barrera de la traducción, en cualquier arte lingüístico, es un reto monumental. Hacerlo con el unánime reconocimiento que ha logrado Bolaño es poco menos que insólito.

No va un ápice de exageración en decir que la aparición de Bolaño ha sido la más fulgurante de un autor en lengua extranjera en el mundo librero norteamericano durante 2007, y acaso la más celebrada desde que, entre el 2000 y el 2001, se tradujeron al inglés tres libros de Haruki Murakami y el novelista de Kyoto se convirtió súbitamente en una suerte de clásico contemporáneo (llevado luego a 28 idiomas). Como la obra de Murakami, también la de Bolaño ha pasado por un breve período de culto al estrellato. El notable traductor australiano Chris Andrews, con sus versiones tan emotivas como precisas de Estrella Distante, Nocturno de Chile y una buena cantidad de cuentos (a todo lo cual sumará el 2008 una traducción de La Literatura Nazi en América), ha sido el principal responsable de que Bolaño deje de ser el secreto mejor guardado del idioma español para el resto del planeta en los últimos 15 años.

¿Se transformará Bolaño en un referente mundial? No lo dudo: sus mejores novelas tienen la virtud de extenderse sobre universos amplísimos, y están dichas desde el punto de vista de un narrador que sobrevuela fronteras con la facilidad con que cualquier esperanzado amante de la globalización quisiera hacerlo. Al mismo tiempo, no son jamás libros inocentes: todas las fronteras rotas por sus personajes -geográficas, históricas y políticas- quedan para siempre habitadas por fantasmas y por el negro esqueleto de la muerte: los espíritus de la memoria y los cadáveres del oprobio autoritario. Los libros de Bolaño tienen el potencial de convertirse en el tronco más sólido de la “world literature” o en el terrible canto de cisne de una globalización muerta antes de nacer. O pueden ser ambas a la vez.










sábado, 8 de diciembre de 2007

“Esta bandera no se arriará”. Entrevista a Roberto Bolaño

por Mónica Maristain
Página 12, 19.07.2003





El martes pasado murió a los 50 años el escritor chileno Roberto Bolaño. Para muchos, ya era el mejor escritor latinoamericano de estos tiempos. Autor de culto durante buena parte de su vida, a partir del Premio Rómulo Gallegos que ganó con su novela Los detectives salvajes en 1998, su obra se empezó a convertir en objeto de devoción para más de una generación. En los últimos tiempos, además de las entusiastas bienvenidas que le brindaban medios como Libération y Le Monde y personalidades como Susan Sontag, algunos ya hasta jugaban con la idea de verlo recibir un Nobel. En la misma semana de su muerte, la periodista Mónica Maristain publicó en la edición mexicana de Playboy esta larga entrevista en la que Bolaño habla de todo: la literatura, sus años en la pobreza, su fe en los lectores, la gramática de los desesperados, el paraíso imaginario y el infierno tan temido. En el desvaído panorama de la literatura en lengua española, un espacio en el que todos los días aparecen jóvenes redactores más preocupados por ganar becas y puestos en los consulados que por aportar algo a la creación artística, se destaca la figura de un hombre enjuto, mochila azul en ristre, anteojos de enorme marco, cigarrillo sempiterno entre los dedos, fina ironía a bocajarro siempre que haga falta. Roberto Bolaño, nacido en Chile en 1953, es lo mejor que le ha pasado en mucho tiempo al oficio de escribir. Desde que, con su monumental Los detectives salvajes, se hiciera famoso y se embolsara los premios Herralde (1998) y Rómulo Gallegos (1999), su influencia y su figura han ido en crecimiento constante: todo lo que dice, con su afilado humor, con su exquisita inteligencia, todo lo que escribe, con su pluma certera, de gran riesgo poético y profundo compromiso creativo, es digno de la atención de quienes lo admiran y, por supuesto, de quienes lo detestan. El autor, que aparece como personaje en la novela Soldados de Salamina, de Javier Cercas, y que es homenajeado en la última novela de Jorge Volpi, El fin de la locura, es, como todo hombre genial, un divisor de opiniones, un generador de antipatías acérrimas a pesar de su carácter tierno, su voz entre atiplada y ronca, con la que responde, cortés, como todo buen chileno, que no escribirá un cuento para la revista pues su próxima novela, que tratará sobre los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, ya va por la página 900 y todavía no la acaba.

Roberto Bolaño vive en Blanes, España, y está muy enfermo. Espera que un trasplante de hígado le dé resto para vivir con esa intensidad que alaban quienes tienen la fortuna de tratarlo en la intimidad. Dicen ellos, sus amigos, que a veces se olvida de ir a la visita médica por escribir. A los 50 años, este hombre que recorrió Latinoamérica como mochilero, que se escapó de las fauces del pinochetismo porque uno de los policías que lo encarceló había sido su compañero en la escuela, que vivió en México (alguna vez la calle Bucareli en un tramo llevará su nombre), que conoció a los militantes del Farabundo Martí que luego se convertirían en los asesinos del poeta Roque Dalton en El Salvador, que fue vigilante en un camping catalán, vendedor de bisutería en Europa y siempre un hurtador de buenos libros porque leer no es sólo una cuestión de actitud, este hombre, decíamos, ha transformado el rumbo de la literatura latinoamericana. Y lo ha hecho sin avisar y sin pedir permiso, como lo hubiera hecho Juan García Madero, antihéroe adolescente de su gloriosa Los detectives salvajes: “Estoy en el primer semestre de la carrera de Derecho. Yo no quería estudiar Derecho sino Letras, pero mi tía insistió y al final acabé transigiendo. Soy huérfano. Seré abogado. Eso le dije a mi tío y a mi tía y luego me encerré en mi habitación y lloré toda la noche”. El resto, en las 608 páginas restantes de una novela cuya importancia los críticos han comparado con Rayuela, de Julio Cortázar, y con Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Él diría, frente a tanta hipérbole: ni modo. Así que mejor vayamos a lo que importa en esta coyuntura: a la entrevista.



¿Le dio algún valor en su vida el haber nacido disléxico?
Ninguno. Problemas cuando jugaba al fútbol, soy zurdo. Problemas cuando me masturbaba, soy zurdo. Problemas cuando escribía, soy diestro. Como puedes ver, ningún problema importante.

¿Siguió siendo Enrique Vila-Matas amigo suyo luego de la pelea que tuvo usted con los organizadores del Premio Rómulo Gallegos?
Mi pelea con el jurado y los organizadores del premio se debió, básicamente, a que ellos pretendían que yo avalara, desde Blanes y a ciegas, una selección en la que yo no había participado. Sus métodos, que una pseudo poeta chavista me transmitió por teléfono, se parecían demasiado a los argumentos disuasorios de la Casa de las Américas cubana. Me pareció que era un error enorme que Daniel Sada o Jorge Volpi fueran eliminados a las primeras de cambio, por ejemplo. Ellos dijeron que lo que yo quería era viajar con mi mujer e hijos, algo totalmente falso. De mi indignación por esta mentira surgió la carta en donde los llamé neostalinistas y algo más, supongo. De hecho, a mí me informaron que ellos pretendían, desde el principio, premiar a otro autor, que no era Vila-Matas, precisamente, cuya novela me parece buena, y que sin duda era uno de mis candidatos.

¿Por qué no tiene aire acondicionado en su estudio?
Porque mi lema no es Et in Arcadia ego, sino Et in Esparta ego.

¿No cree que si se hubiera emborrachado con Isabel Allende y Ángeles Mastretta otro sería su parecer acerca de sus libros?
No lo creo. Primero, porque esas señoras evitan beber con alguien como yo. Segundo, porque yo ya no bebo. Tercero, porque ni en mis peores borracheras he perdido cierta lucidez mínima, un sentido de la prosodia y del ritmo, un cierto rechazo ante el plagio, la mediocridad o el silencio.

¿Cuál es la diferencia entre una escribidora y una escritora?
Una escritora es Silvina Ocampo. Una escribidora es Marcela Serrano. Los años luz que median entre una y otra.

¿Quién le hizo creer que es mejor poeta que narrador?
La gradación del rubor que siento cuando, por pura casualidad, abro un libro mío de poesía o uno de prosa. Me ruboriza menos el de poesía.

¿Usted es chileno, español o mexicano?
Soy latinoamericano.

¿Qué es la patria para usted?
Lamento darte una respuesta más bien cursi. Mi única patria son mis dos hijos, Lautaro y Alexandra. Y tal vez, pero en segundo plano, algunos instantes, algunas calles, algunos rostros o escenas o libros que están dentro de mí y que algún día olvidaré, que es lo mejor que uno puede hacer con la patria.

¿Qué es la literatura chilena?
Probablemente las pesadillas del poeta más resentido y gris y acaso el más cobarde de los poetas chilenos: Carlos Pezoa Véliz, muerto a principios del siglo XX, y autor de sólo dos poemas memorables, pero, eso sí, verdaderamente memorables, y que nos sigue soñando y sufriendo. Es posible que Pezoa Véliz aún no haya muerto y esté agonizando y que su último minuto sea un minuto bastante largo, ¿no?, y todos estemos dentro de él. O al menos que todos los chilenos estemos dentro de él.

¿Por qué le gusta llevar siempre la contraria?
Yo nunca llevo la contraria.

¿Usted tiene más amigos que enemigos?
Tengo suficientes amigos y enemigos, todos gratuitos.

¿Quiénes son sus amigos entrañables?
Mi mejor amigo fue el poeta Mario Santiago, que murió en 1998. Actualmente tres de mis mejores amigos son Ignacio Echevarría y Rodrigo Fresán y A. G. Porta.

¿Antonio Skármeta lo invitó alguna vez a su programa?
Una secretaria suya, tal vez su mucama, me llamó una vez por teléfono. Le dije que estaba demasiado ocupado.

¿Javier Cercas compartió con usted las regalías por Soldados de Salamina?
No, por supuesto.

¿Enrique Lihn, Jorge Teillier o Nicanor Parra?
Nicanor Parra por encima de todos, incluidos Pablo Neruda y Vicente Huidobro y Gabriela Mistral.

¿Eugenio Montale, T. S. Eliot o Xavier Villaurrutia?
Montale. Si en lugar de Eliot estuviera James Joyce, pues Joyce. Si en lugar de Eliot estuviera Ezra Pound, sin duda Pound.

¿John Lennon, Lady Di o Elvis Presley?
The Pogues. O Suicide. O Bob Dylan. Pero, bueno, no nos hagamos los remilgados: Elvis forever. Elvis con una chapa de sheriff conduciendo un Mustang y atiborrándose de pastillas, y con su voz de oro.

¿Quién lee más, usted o Rodrigo Fresán?
Depende. El Oeste es para Rodrigo. El Este para mí. Luego nos contamos los libros de nuestras correspondientes áreas y parece que lo hubiéramos leído todo.

¿Cuál es el mejor poema de Pablo Neruda según usted?
Casi cualquiera de Residencia en la Tierra.

¿Qué le hubiera dicho a Gabriela Mistral si la hubiera conocido?
Mamá, perdóname, he sido malo, pero el amor de una mujer hizo que me volviera bueno.

¿Y a Salvador Allende?
Poco o nada. Los que tienen el poder (aunque sea por poco tiempo) no saben nada de literatura, sólo les interesa el poder. Y yo puedo ser el payaso de mis lectores, si me da la real gana, pero nunca de los poderosos. Suena un poco melodramático. Suena a declaración de puta honrada. Pero, en fin, así es.

¿Y a Vicente Huidobro?
Huidobro me aburre un poco. Demasiado tralalí alalí, demasiado paracaidista que desciende cantando como un tirolés. Son mejores los paracaidistas que descienden envueltos en llamas o, ya de plano, aquellos a los que no se les abre el paracaídas.

¿Octavio Paz sigue siendo el enemigo?
Para mí, ciertamente, no. No sé qué pensarán los poetas que durante esa época, cuando yo viví en México, escribían como sus clones. Hace mucho que no sé nada de la poesía mexicana. Releo a José Juan Tablada y a Ramón López Velarde, incluso puedo recitar, si se tercia, a Sor Juana, pero no sé nada de lo que escriben los que, como yo, se acercan a los cincuenta años.

¿No le daría ahora ese papel a Carlos Fuentes?
Hace mucho que no leo nada de Carlos Fuentes.

¿Qué le produce el hecho de que Arturo Pérez Reverte sea actualmente el escritor más leído en lengua española?
Pérez Reverte o Isabel Allende. Da lo mismo. Feuillet era el autor francés más leído de su época.

¿Y el hecho de que Arturo Pérez Reverte haya ingresado a la Real Academia?
La Real Academia es una cueva de cráneos privilegiados. No está Juan Marsé, no está Juan Goytisolo, no está Eduardo Mendoza ni Javier Marías, no está Olvido García Valdez, no recuerdo si está Alvaro Pombo (probablemente si está se deba a una equivocación), pero está Pérez Reverte. Bueno, (Paulo) Coelho también está en la Academia brasileña.

¿Se arrepiente de haber criticado el menú que le sirvió Diamela Eltit?
Nunca critiqué su menú. Si acaso, tendría que haber criticado su humor, un humor vegetariano o, mejor, a dieta.

¿Le duele que ella lo considere mala persona después de la crónica de aquella malograda cena?
No, pobre Diamela, no me duele. Me duelen otras cosas.

¿Ha vertido alguna lágrima por las numerosas críticas que ha recibido por parte de sus enemigos?
Muchísimas, cada vez que leo que alguien habla mal de mí me pongo a llorar, me arrastro por el suelo, me araño, dejo de escribir por tiempo indefinido, el apetito baja, fumo menos, hago deporte, salgo a caminar a orillas del mar, que, entre paréntesis, está a menos de treinta metros de mi casa, y les pregunto a las gaviotas, cuyos antepasados se comieron a los peces que se comieron a Ulises, ¿por qué yo, por qué yo, que ningún mal les he hecho?

¿Cuál es la opinión en torno de su obra que más valora?
Mis libros los lee Carolina (su esposa) y después (Jorge) Herralde (el editor de Anagrama) y después procuro olvidarlos para siempre.

¿Qué cosas compró con el dinero que ganó en el Rómulo Gallegos?
No muchas. Una maleta, según creo recordar.

De su época que vivía de los concursos literarios, ¿hubo alguno que no pudo cobrar?
Ninguno. Los ayuntamientos españoles, en este aspecto, son de una probidad fuera de toda sospecha.

¿Era buen camarero o mejor vendedor de bisutería?
El oficio en el que mejor me he desempeñado fue el de vigilante nocturno de un camping cerca de Barcelona. Nunca nadie robó mientras yo estuve allí. Impedí algunas peleas que hubieran podido terminar muy mal. Evité un linchamiento (aunque de buena gana, después, hubiera linchado o estrangulado yo mismo al tipo en cuestión).

¿Ha experimentado el hambre feroz, el frío que cala los huesos, el calor que deja sin aliento?
Como dice Vittorio Gassman en una película: modestamente, sí.

¿Ha robado algún libro que luego no le gustó?
Nunca. Lo bueno de robar libros (y no cajas fuertes) es que uno puede examinar con detenimiento su contenido antes de perpetrar el delito.

¿Ha caminado alguna vez en medio del desierto?
Sí, y en una ocasión, además, del brazo de mi abuela. La anciana señora era incansable y yo pensé que de ésa no salíamos.

¿Ha visto peces de colores debajo del agua?
Por supuesto. En Acapulco, sin ir más lejos, en el año 1974 ó 1975.

¿Se ha quemado la piel con un cigarrillo?
Nunca voluntariamente.

¿Ha tallado en un tronco de árbol el nombre de la persona amada?
He cometido desmanes aún mayores, pero corramos un tupido velo.

¿Ha visto alguna vez a la mujer más hermosa del mundo?
Sí, cuando trabajaba en una tienda, allá por el año ‘84. La tienda estaba vacía y entró una mujer hindú. Parecía y tal vez fuera una princesa. Me compró algunos colgantes de bisutería. Yo, por descontado, estaba a punto de desmayarme. Tenía la piel cobriza, el pelo largo, rojo, y por lo demás era perfecta. La belleza intemporal. Cuando tuve que cobrarle me sentí muy avergonzado. Ella me sonrió como si me dijera que lo entendía y que no me preocupara. Luego desapareció y nunca más he vuelto a ver a alguien así. A veces tengo la impresión de que era la mismísima diosa Kali, patrona de los ladrones y de los orfebres, sólo que Kali también era la deidad de los asesinos, y esta hindú no sólo era la mujer más hermosa de la Tierra sino que también parecía ser una buena persona, muy dulce y considerada.

¿Le gustan los perros o los gatos?
Las perras, pero ya no tengo animales.

¿Qué cosas recuerda de su niñez?
Todo. No tengo mala memoria.

¿Coleccionaba figuritas?
Sí. De fútbol y de actores y actrices de Hollywood.

¿Tenía una patineta?
Mis padres cometieron el error de regalarme un par de patines cuando vivimos en Valparaíso, que es una ciudad de cerros. El resultado fue desastroso. Cada vez que me ponía los patines era como si me quisiera suicidar.

¿Cuál es su equipo de fútbol favorito?
Ahora ninguno. Los que bajaron a segunda y luego, consecutivamente, a tercera y a regional, hasta desaparecer. Los equipos fantasmas.

¿A qué personajes de la historia universal le hubiera gustado parecerse?
A Sherlock Holmes. Al capitán Nemo. A Julien Sorel, nuestro padre, al príncipe Mishkin, nuestro tío, a Alicia, nuestra profesora, a Houdini, que es una mezcla de Alicia, de Sorel y de Mishkin.

¿Se enamoraba de las vecinas más grandes que usted?
Por supuesto.

¿Las compañeras de la escuela le prestaban atención?
No creo. Al menos yo estaba convencido de que no.

¿Qué cosas debe a las mujeres de su vida?
Muchísimo. El sentido del desafío y la apuesta alta. Y otras cosas que me callo por decoro.

¿Ellas le deben algo a usted?
Nada.

¿Ha sufrido mucho por amor?
La primera vez, mucho, después aprendí a tomarme las cosas con algo más de humor.

¿Y por odio?
Aunque suene un poco pretencioso, nunca he odiado a nadie. Al menos estoy seguro de ser incapaz de un odio sostenido. Y si el odio no es sostenido, no es odio, ¿no?

¿Cómo enamoró a su esposa?
Cocinándole arroz. En esa época yo era muy pobre y mi dieta era básicamente de arroz, así que lo aprendí a cocinar de muchas formas.

¿Cómo era el día que se hizo padre por primera vez?
Era de noche, poco antes de las 12, yo estaba solo, y como no se podía fumar en el hospital me fumé un cigarrillo virtualmente encaramado en el artesonado de la cuarta planta. Menos mal que no me vio nadie desde la calle. Sólo la luna, habría dicho Amado Nervo. Cuando volví a entrar una enfermera me dijo que mi hijo ya había nacido. Era muy grande, casi calvo del todo, y con los ojos abiertos como preguntándose quién demonios era ese tipo que lo tenía en los brazos.

¿Lautaro será escritor?
Yo sólo espero que sea feliz. Así que mejor que sea otra cosa. Piloto de avión, por ejemplo, o cirujano plástico, o editor.

¿Qué cosas reconoce en él como suyas?
Por suerte se parece mucho más a su madre que a mí.

¿Le preocupan las listas de ventas de sus libros?
En lo más mínimo.

¿Piensa alguna vez en sus lectores?
Casi nunca.

¿Qué cosas de todas las que le han dicho sus lectores en torno de sus libros lo han conmovido?
Me conmueven los lectores a secas, los que aún se atreven a leer el Diccionario filosófico de Voltaire, que es una de las obras más amenas y modernas que conozco. Me conmueven los jóvenes de hierro que leen a Cortázar y a Parra, tal como los leí yo y como intento seguir leyéndolos. Me conmueven los jóvenes que se duermen con un libro debajo de la cabeza. Un libro es la mejor almohada que existe.

¿Qué cosas lo han enojado?
A estas alturas enojarse es perder el tiempo. Y, lamentablemente, a mi edad el tiempo cuenta.

¿Ha tenido miedo alguna vez de sus fans?
He tenido miedo de los fans de Leopoldo María Panero, el cual, por otra parte, me parece uno de los tres mejores poetas vivos de España. En Pamplona, durante un ciclo organizado por Jesús Ferrero, Panero cerraba el ciclo y a medida que se aproximaba el día de su lectura la ciudad o el barrio donde estaba nuestro hotel se fue llenando de freaks que parecían recién escapados de un manicomio, que, por otra parte, es el mejor público al que puede aspirar cualquier poeta. El problema es que algunos no sólo parecían locos sino también asesinos y Ferrero y yo temimos que alguien, en algún momento, se levantara y dijera: yo maté a Leopoldo María Panero y después le descerrajara cuatro balazos en la cabeza al poeta, y ya de paso, uno a Ferrero y el otro a mí.

¿Qué siente cuando hay críticos como Darío Osses que considera que usted es el escritor latinoamericano con más futuro?
Debe ser una broma. Yo soy el escritor latinoamericano con menos futuro. Eso sí, soy de los que tienen más pasado, que al cabo es lo único que cuenta.

¿Le despierta curiosidad el libro crítico que está preparando su compatriota Patricia Espinoza?
Ninguna. Espinoza me parece una crítica muy buena, independientemente de cómo vaya a quedar yo en su libro, que supongo que no muy bien, pero el trabajo de Espinoza es necesario en Chile. De hecho, la necesidad de una, llamémosla así, nueva crítica, es algo que empieza a ser urgente en toda Latinoamérica.

¿Y el de la argentina Celina Mazoni?
A Celina la conozco personalmente y la quiero mucho. A ella le dediqué uno de los cuentos de Putas asesinas.

¿Qué cosas lo aburren?
El discurso vacío de la izquierda. El discurso vacío de la derecha ya lo doy por sentado.

¿Qué cosas lo divierten?
Ver jugar a mi hija Alexandra. Desayunar en un bar al lado del mar y comerme un croissant leyendo el periódico. La literatura de Borges. La literatura de Bioy. La literatura de Bustos Domecq. Hacer el amor.

¿Escribe a mano?
La poesía, sí. Lo demás, en una vieja computadora de 1993.

Cierre los ojos, ¿cuál de todos los paisajes de la Latinoamérica que usted recorrió le viene primero a la memoria?
Los labios de Lisa en 1974. El camión de mi padre averiado en una carretera del desierto. El pabellón de tuberculosos de un hospital de Cauquenes y mi madre que nos dice a mi hermana y a mí que aguantemos la respiración. Una excursión al Popocatépetl con Lisa, Mara y Vera y alguien más que no recuerdo, aunque sí recuerdo los labios de Lisa, su sonrisa extraordinaria.

¿Cómo es el paraíso?
Como Venecia, espero, un lugar lleno de italianas e italianos. Un sitio que se usa y se desgasta y que sabe que nada perdura, ni el paraíso, y que eso al fin y al cabo no importa.

¿Y el infierno?
Como Ciudad Juárez, que es nuestra maldición y nuestro espejo, el espejo desasosegado de nuestras frustraciones y de nuestra infame interpretación de la libertad y de nuestros deseos.

¿Cuándo supo que estaba gravemente enfermo?
En el ‘92.

¿Qué cosas de su carácter cambió la enfermedad?
Ninguna. Supe que no era inmortal, lo cual, a los 38 años, ya iba siendo hora de que lo supiera.

¿Qué cosas desea hacer antes de morir?
Ninguna en especial. Bueno, preferiría no morirme, claro. Pero tarde o temprano la distinguida dama llega, el problema es que a veces no es una dama ni mucho menos es distinguida, sino más bien, como dice Nicanor Parra en un poema, es una puta caliente, que es algo que hace dar diente con diente al más pintado.

¿Con quién le gustaría encontrarse en el más allá?
No creo en el más allá. Si existiera, qué sorpresa. Me matricularía de inmediato en algún curso que estuviera dando Pascal.

¿Pensó alguna vez en suicidarse?
Por supuesto. En alguna ocasión sobreviví precisamente porque sabía cómo suicidarme si las cosas empeoraban.

¿Creyó en algún momento que se estaba volviendo loco?
Por supuesto, pero me salvó siempre el sentido del humor. Me contaba historias que me volvían loco de risa. O recordaba situaciones que hacían que me tirara al suelo a reírme.

La locura, la muerte y el amor, ¿de qué de estas tres cosas ha habido más en su vida?
Espero de todo corazón que haya habido más amor.

¿Qué cosas lo hacen reír a mandíbula batiente?
Las desgracias propias y ajenas.

¿Qué cosas lo hacen llorar?
Lo mismo: las desgracias propias y ajenas.

¿Le gusta la música?
Mucho.

¿Usted ve su obra como la suelen ver sus lectores y críticos: arriba de todo Los detectives salvajes y luego todo lo demás?
La única novela de la que no me avergüenzo es Amberes, tal vez porque sigue siendo ininteligible. Las malas críticas que ha recibido son mis medallas ganadas en combate, no en escaramuzas con fuego simulado. El resto de mi “obra”, pues bueno, no está mal, son novelas entretenidas, el tiempo dirá si algo más. Por ahora me dan dinero, se traducen, me sirven para hacer amigos que son muy generosos y simpáticos, puedo vivir, y bastante bien, de la literatura, así que quejarse sería más bien gratuito y desagradecido. Pero la verdad es que no les concedo mucha importancia a mis libros. Estoy mucho más interesado en los libros de los demás.

¿No le sacaría algunas páginas a Los detectives salvajes?
No. Para sacarle páginas tendría que releerlo y eso mi religión me lo prohíbe.

¿No le da miedo que alguien quiera hacer la versión cinematográfica de la novela?
Ay, Mónica, yo les tengo miedo a otras cosas. Digamos: cosas más terroríficas, infinitamente más terroríficas.

¿”El ojo Silva” es un homenaje a Julio Cortázar?
De ninguna manera.

Cuando terminó de escribir “El ojo Silva”, ¿no sintió que había escrito un cuento capaz de estar a la altura, por ejemplo, de “Casa tomada”?
Cuando terminé de escribir “El ojo Silva” dejé de llorar o algo parecido. Qué más quisiera yo que se pareciera a uno de Cortázar, aunque “Casa tomada” no es uno de mis favoritos.

¿Cuáles son los cinco libros que marcaron su vida?
Mis cinco libros en realidad son cinco mil. Menciono éstos sólo a manera de punta de lanza o embajada aviesa: El Quijote, de Cervantes. Moby Dick, de Melville. La Obra Completa, de Borges. Rayuela, de Cortázar. La conjura de los necios, de Kennedy Toole. Pero también debería citar: Nadja, de Breton. Las cartas de Jacques Vaché. Todo Ubú, de Jarry. La vida, instrucciones de uso, de Perec. El castillo y El proceso, de Kafka. Los aforismos de Lichtenberg. El Tractatus, de Wittgenstein. La invención de Morel, de Bioy Casares. El Satiricón, de Petronio. La Historia de Roma, de Tito Livio. Los Pensamientos, de Pascal.

¿Se lleva bien con su editor?
Bastante bien. Herralde es una persona inteligente y a menudo encantadora. Tal vez a mí me convendría más que no fuera tan encantador. Lo cierto es que ya hace ocho años que lo conozco y, al menos de mi parte, el cariño no hace más que crecer, como dice un bolero. Aunque tal vez me convendría no quererlo tanto.

¿Qué dice de los que piensan que Los detectives salvajes es la gran novela mexicana de la contemporaneidad?
Que lo dicen por lástima, me ven decaído o desmayándome en las plazas públicas y no se les ocurre nada mejor que una mentira piadosa, que por lo demás es lo más indicado en estos casos y ni siquiera es pecado venial.

¿Es cierto que fue Juan Villoro el que le convenció para que no titulara Tormentas de mierda a su novela Nocturno de Chile?
Entre Villoro y Herralde.

¿De quién más escucha consejos alrededor de su obra?
Yo no escucho consejos de nadie, ni siquiera de mi médico. Yo doy consejos a diestra y siniestra, pero no escucho ninguno.

¿Cómo es Blanes?
Un pueblo bonito. O una ciudad pequeñita, de treinta mil habitantes, bastante bonita. Fue fundada hace dos mil años, por los romanos, y luego pasaron por aquí gente de todos los lugares. No es un balneario de ricos sino de proletarios. Obreros del norte o del este. Algunos se quedan a vivir para siempre. La bahía es bellísima.

¿Extraña algo de su vida en México?
Mi juventud y las caminatas interminables con Mario Santiago.

¿A qué escritor mexicano admira profundamente?
A muchos. De mi generación admiro a Sada, cuyo proyecto de escritura me parece el más arriesgado, a Villoro, a Carmen Boullosa, entre los más jóvenes me interesa mucho lo que hacen Alvaro Enrigue y Mauricio Montiel, o Volpi e Ignacio Padilla. Sigo leyendo a Sergio Pitol, que cada día escribe mejor. Y a Carlos Monsiváis, el cual, según me contó Villoro, motejó como Pol Pit a Taibo 2 ó 3 (ó 4), lo que me parece un hallazgo poético. Pol Pit, ¿es perfecto, no? Monsiváis sigue con las uñas aceradas. También me gusta mucho lo que hace Sergio González Rodríguez.

¿El mundo tiene remedio?
El mundo está vivo y nada vivo tiene remedio y ésa es nuestra suerte.

¿Usted tiene esperanzas, en qué, en quiénes?
Mi querida Maristain, vuelve usted a empujarme a los potreros de la cursilería, que son mis potreros natales. Yo tengo esperanza en los niños. En los niños y en los guerreros. En los niños que follan como niños y en los guerreros que combaten como valientes. ¿Por qué? Me remito a la lápida de Borges, como diría el ínclito Gervasio Montenegro, de la Academia (como Pérez Reverte, fíjese usted) y no hablemos más de este asunto.

¿Qué sentimientos le despierta la palabra póstumo?
Suena a nombre de gladiador romano. Un gladiador invicto. O al menos eso quiere creer el pobre Póstumo para darse valor.

¿Qué opina de quienes opinan que usted ganará el Premio Nobel?
Estoy seguro, querida Maristain, de que no lo ganaré, como también estoy seguro de que algún atorrante de mi generación sí que lo ganará y ni siquiera me mencionará de pasada en su discurso de Estocolmo.

¿Cuándo ha sido más feliz?
Yo he sido feliz casi todos los días de mi vida, al menos durante un ratito, incluso en las circunstancias más adversas.

¿Qué le hubiera gustado ser si no hubiera sido escritor?
Me hubiera gustado ser detective de homicidios, mucho más que ser escritor. De eso estoy absolutamente seguro. Un tira de homicidios, alguien que puede volver solo, de noche, a la escena del crimen, y no asustarse de los fantasmas. Tal vez entonces sí que me hubiera vuelto loco, pero eso, siendo policía, se soluciona con un tiro en la boca.

¿Confiesa que ha vivido?
Bueno, sigo vivo, sigo leyendo, sigo escribiendo y viendo películas, y como les dijo Arturo Prat a los suicidas de la Esmeralda, mientras yo viva, esta bandera no se arriará.












jueves, 6 de diciembre de 2007

El Primer Manifiesto de los Infrarrealistas, de 1976: su contexto y su poética en Los Detectives Salvajes (1)

por Javier Campos





I

Los poetas abundan en la narrativa de Roberto Bolaño. Pero como escribió Patricia Espinosa sin embargo “…estos siempre viajan para caer a un precipicio donde acaban degradados” (2). El viaje de los poetas en los cuentos, novelas, y poemas de Bolaño, podría ser la metáfora del despeñadero de su propia poética (“realvisceralista” o “infrarrealista” que explicaré más adelante) parecida a la de aquellos poetas de quinta columna que más de alguien ha llamado el “Panteón Negro de la Literatura”. Es decir, Lautréamont, Sade, Rimbaud, Jarry, Artaud, Roussel. Sin duda, el más viajero de esos poetas de aquel Panteón Negro, y que muy joven abandonó Paris y la escritura de la poesía para siempre -aunque continuaba leyendo otros libros para hacerse rico y únicamente escribiendo cartas a su familia- fue Arthur Rimbaud. El que a los 26 años desapareció de Europa para vivir por 11 años entre Arabia y África tratando de hacerse de alguna fortuna en trabajos, primero, de simple empleado. O de negociante luego, vendiendo y comprando diversos productos, incluida la venta de armas. (3)

Algo semejante o parecido harán los poetas latinoamericanos “realvisceralistas” de la novela Los detectives salvajes de Bolaño (que no son los mismos que los “infrarrealistas” aunque se parecen). Es decir, llevaron su degradación y desaparecimiento, aniquilación total de su literatura o poesía, hasta las últimas consecuencias. Cosa que no hicieron los “estridentistas” o vanguardistas mexicanos de principios de siglo por quienes Bolaño mismo sintió una fuerte admiración. Pero los jóvenes “realvisceralistas” no se parecieron tanto a Rimbaud sino más bien al poeta “El Conde de Leautremont”, o Isidore-Lucien Ducasse, quien desapareció durante la revuelta de la Comuna de Paris entre el 18 de marzo y el 28 de mayo de 1871. Su única obra fue un texto en prosa poética que tituló Les Chants de Maldoror. No existe ninguna fotografía de él, y casi nada se sabe de su vida. Parece que la policía lo mató en aquella revuelta. Oscuro poeta uruguayo/francés quien sería el precursor de todo el surrealismo y la vanguardia posterior de aquel ya muy lejano comienzos del siglo XX.

No hay duda que la imagen del poeta en la obra de Bolaño, aquel que camina hacia el abismo por su propia voluntad, no es más que la repetición y re-actualización, durante comienzos de los 60 y 70 en América Latina, del artista surrealista -o los de las primeras vanguardias- que como se sabe aparecen desde mediados del siglo 19 y se hacen prolíferos en las primeras décadas del siglo XX en diferentes manifestaciones artísticas (poesía, pintura o cine, principalmente). Y claro, también se reproducen en América Latina pues era por cierto “aires de época”, como decía el estridentista mexicano Maples Arce, en la entrevista que le hace Bolaño en 1976, cito: “Los movimientos de vanguardia tomaron en Europa otras direcciones, aunque obedecían al mismo fenómeno espiritual e intelectual, de insatisfacción, inquietud y fineza perceptiva”. (p.54, “Tres estridentistas”, Plural, 1976).

No es un azar que los poetas “realvisceralistas” de la novela Los detectives salvajes hayan desaparecido para siempre sin dejar rastros al igual que el Conde de Lautrémont. Y en eso se diferenciaron de los “estridentistas” mexicanos quienes siguieron vivos y, como decían ellos mismos, finalmente “se burocratizaron” (“Tres Estridentistas”, p. 59). Es cierto, los poetas “realvisceralistas” -los de la novela- no dejaron textos escritos ni documentación poética por ninguna parte. En la literatura exageraron lo anterior aunque no tanto en la realidad donde se llamaron infrarrealistas, nombre que el propio Bolaño dio al grupo en 1976. Otra cosa también: muchos de los poetas infrarrealistas sobrevivieron -como Bolaño mismo, pero hasta julio del 2003- para contar o reinventar a esos muchachos desnudos bajo el arcoiris de fuego. Los otros sobrevivientes reales del infrarrealismo aún viven como el caso del poeta Rubén Medina quien formó parte del grupo en Ciudad de México en 1976, es decir con Bolaño (o Arturo Belano en la novela), con Mario Santiago (o Ulises Lima en la novela). Este último falleció en 1997 atropellado por un auto al cruzar una calle en Ciudad de México. Y el poeta Bruno Montané (otro personaje en la novela) que ahora vive en algún país de Europa.

El asunto es que encontré a uno de los infrarrealistas vivos. Especialmente al poeta Rubén Medina quien es ahora académico en Estados Unidos y ciertamente un albacea misterioso del grupo (o por lo menos él quisiera serlo). Le pregunté a Rubén Medina, antes de comenzar a redactar ese trabajo, si él era realmente, a lo mejor, el poeta Juan García Madero de la novela. Se quedó callado y no me respondió la pregunta hasta ahora. Quizás sí, quizás no. En todo caso él únicamente sabe la verdad que no me quiso decir para, probablemente, no destruir el misterio de Los Detectives Salvajes. Pero de igual manera, el poeta-académico, ex-infrarrealista de los 70 en Ciudad de México, me ofreció generosamente un documento que pocos han usado hasta ahora y pocos se han referido a si realmente existió o no. (4) En general, muchos hablan del infrarrealismo (lo describen), pero nadie de lo principal: qué importancia significativa tuvo o no tuvo ese Manifiesto en relación a gran parte de la obra de Bolaño.. Documento aquél que parecía perdido, quemado quizás, o puro mito de los cuates infrarrealistas, a la cabeza con Bolaño y Mario Santiago.

Pero seguiré comentando un poco más de esos muchachos “infrarrealistas”-- poetas jóvenes latinoamericanos que se nos confunden con los poetas “realvisceralistas”-- antes de entrar en aquel Manifiesto encontrado y de otros tres artículos de Bolaño escritos entre 1976 y 1977. Dos de ellos rescatando del olvido a los “estridentistas” mexicanos, y un tercero sobre poesía latinoamericana. A los que hay que agregar una importante edición que Bolaño hizo sobre poesía latinoamericana en 1976. Todo ese trabajo de rescate del pasado surrealista mexicano, más sus posiciones sobre la poesía latinoamericana joven de los 70, hay que conectarlo a Los Detectives Salvajes pues en mi opinión son las fuentes poéticas de la historia contada en esa novela y de gran parte de “la poética” de toda la obra de Bolaño.

Estos poetas “realvisceralistas”, como decía, caminaron al despeñadero y al auto-olvido en Los Detectives salvajes los que también corren la misma suerte cuando aparecen en sus cuentos o poemas (véanse los artículos de Patricia Espinosa citados que se refieren a ello). Quizás el poema más interesante al respecto sea el poema largo “Los Neo-chilenos”, escrito en 1993, que tiene una asombrosa semejanza con la novela. El poema relata un viaje de unos poetas (va también una mujer). Todos no tienen más de 22 años. Pero todos viajan al despeñadero pues salen en busca de algo que ninguno sabe ciertamente qué es lo que buscan. El comienzo del poema dice así: “El viaje comenzó un feliz día de noviembre. Pero de alguna manera el viaje ya había terminado. Cuando lo empezamos.” Es, sin duda, la tragedia de ciertos jóvenes poetas desde Baudelaire adelante. O desde el comienzo de la modernidad occidental. O quizás desde siempre en cualquier civilización cuando aparece la conciencia de hacer arte. O la conciencia del artista marginado por el dominio de lo establecido.

Es decir, a los poetas “realvisceralistas” no les importaba un carajo la poesía misma, quizás como escritura, como testimonio-objeto, como cosa que se almacenara, como evidencia en alguna biblioteca, o guardada en archivos para el futuro. Aunque sí la padecían como si fuera una enfermedad incurable. Los poetas jóvenes, pos-Rimbaud diría yo, o post- Conde de Lautrémont, en Los detectives Salvajes, jamás publicaron ninguna palabra, ningún verso. Ni Ulises Lima ni Arturo Belano. Dos caras de la misma medalla romántica. Además jamás añoraron con volver a sus orígenes ni volver a la ciudad de México o a la ciudad en general. Realmente, esos poetas auto desaparecieron para siempre en la novela. Belano en África. Ulises Lima quien sabe dónde en Europa o en el Asia. Ni siquiera del poeta joven García Madero, el biógrafo autorizado de los realvisceralistas, se supo más. Pero es sugerencia de que nadie quería dejar vestigios vivos ni archivos en ningún lugar de su paso por la poesía. ¿Para qué? Destruirlo todo como ocurrió con el manuscrito de Cesárea Tinajero. Muy parecido a la quema de la primera edición de Rimbaud, Una estación en el infierno. Al fin de cuentas, lo único que Cesárea Tinajero publicó fueron unos poemas visuales. Una carcajada al lector pues así termina la novela.

Lo que sí hay en estos poetas jóvenes, que nada publican, es la obsesiva búsqueda de Cesárea. Al fin la encuentran envejecida, deformada, lejos de la belleza joven que fue en los años 20 cuando era la hermosa poeta “estridentista”. La encuentran sin nada publicado que valiera la pena y por eso la matan accidentalmente. Gran metáfora que Grinor Rojo ha tratado mejor que nadie en el mejor artículo que hay hasta ahora sobre Los detectives salvajes. (5) Entonces, agrego yo, más bien preguntándome: ¿No sugiere acaso también –la muerte de Cesárea Tinajero- que la poesía tiene sólo fuerza, poder y divinidad, para enceguecer de placer y dolor a los poetas, cuando únicamente ellos son poetas jóvenes porque sólo en esa edad esos jóvenes artistas de verdad son irreverentes, iconoclastas, altaneros, subversivos e inconformistas del arte viejo que quieren cambiar por uno nuevo, pero el que no saben con certeza cuál?

II

Como sugerí mas arriba, El Manifiesto Infrarrealista de 1976 no se puede entender sin los otros tres artículos que Bolaño escribió sobre poesía en la Revista Plural de México los años 1976 y 1977, más aquella antología de poetas jóvenes latinoamericanos que editó en 1979 con el título Muchachos desnudos bajo el arco-iris de fuego, donde se incluye un excelente y largo prólogo de 24 páginas del crítico colombiano Manuel Donoso Pareja.(6) Este da cuenta con bastante precisión, mirando ese prólogo desde ahora, de varias tendencias importantes de la poesía latinoamericana, incluyendo a los “infrarrealistas”. Tendencias que en los años 50, 60, y 70 querían actualizar aquellos poetas jóvenes a su modo la poderosa influencia vanguardista de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Miguel Donoso Pareja, sin embargo declara, en ese prólogo, publicado en 1979, que no existe ni conoce ningún Manifiesto de los Infrarrealistas. Es obvio que Donoso Pareja escribió el prólogo en 1975. Por eso él no conoció otros detalles, ni menos los artículos publicados por Bolaño en 1976 y 1977 en la revista Plural, especialmente la influencia histórica de los Estridentistas en ese grupito de poetas infrarrealistas. (7)

El documento que me ofreció el poeta infrarrealista ya mencionado, Rubén Medina, fue el Primer Manifiesto Infrarrealista de 1976, redactado enteramente por Bolaño y que hasta 2004 nadie había comentado en ninguna parte. Son casi seis páginas y media, que en tamaño carta actual son tres páginas aproximadamente. Todo el Manifiesto está dividido en 19 fragmentos escritos en prosa. Fue publicado en la Revista INFRA o Revista Menstrual del Movimiento Infrarrealista. Octubre-noviembre de 1977. Ciudad de México. Los integrantes allí son: José Peguero, vivía en México (en esa época). Bruno Montané, instalado también en Barcelona en esa fecha. Rubén Medina, en México. Carlos David Malfavón, en México. Javier Suárez Mejia, en México también. Roberto Bolaño quien ya vivía en Barcelona. Y finalmente el último integrante mencionado en la revista, el mítico poeta mexicano Mario Santiago quien sería Ulises Lima en la novela, y que en la revista aquella de 1976 sólo se dice: “Vive en Israel”. (8)

Quiero ser breve aquí al referirme sobre los artículos que Bolaño escribió en la Revista Plural ya mencionada. Los dos que hacen referencia a los surrealistas mexicanos, o estridentistas, son un rescate de aquel movimiento pero también una asimilación para incorporarlos a la poética de ese Manifiesto que luego estará en Los detectives salvajes así como en algunos cuentos y poemas. En el otro artículo, más bien teórico que escribió sobre la poesía latinoamericana de ese entonces, Bolaño propone lo que la poesía debe ser en ese momento. Asunto que volverá a repetir en forma más alucinada en el Manifiesto de 1976. En otras palabras, el Manifiesto no es otra cosa que un reprocesamiento actualizado, en esos 70, de toda la poética surrealista de comienzos del siglo 19 y principios de 20 más la fuerte influencia de dos grupos vanguardista latinoamericanos de los 60 y 70. Primero era el grupo ecuatoriano llamado “Los Tzántzicos” (1960-1969) nombre tomado de los indígenas reducidores de cabezas de la selva amazónica. “Los Tzántzicos” hicieron una poesía de denuncia combativa y revolucionaria pero se negaron a publicar poemas puesto que serían destinados a satisfacer el gusto de capas sociales elites e insensibles. Sólo los declamaban en escenarios públicos. Querían en definitiva que el poema fuera una manera de agredir a la burguesía como si éste fuera un palo o una pistola. El segundo era el grupo peruano “Hora Zero” que en 1971 se definía como “construir lo nuevo-destruir lo viejo” O sea, no había mucha diferencia en ambos grupos realmente -aunque mucho más vanguardista radical eran los “Los Tzántzicos”- que luego Bolaño readaptó e incorporó en el manifiesto construyendo una poética reprocesada que él llamó “infrarrealista”. De allí que Ulises Lima venga a ser claramente en la novela un poeta cien por cien “tzántzico”. En otras palabras, el poeta infrarrealista debía subvertir lo cotidiano a través de una imaginación igualmente subversiva para descubrir mundos nuevos. El poeta debía ser un francotirador, un aventurero. Debía tener otra manera de mirar, opuesta a la mirada complaciente del arte burgués. El poeta debía fijarse en lo diverso del mundo , especialmente en la diversidad de la urbe y asimilarla en su poesía. El poeta debía crear usando los niveles inconscientes, especialmente lo onírico. Es bien claro que este Manifiesto fue influenciado por los primeros surrealistas y no es un azar que en ese documento aparezca visible e invisiblemente por todo el texto la presencia del poeta adolescente Arthur Rimbaud. El manifiesto tiene una frase en el fragmento 12 que resume todo lo que dije anteriormente: “Rimbaud, vuelve a casa”. Que puede leerse también como “ Rimbaud, vuelve a Latinoamerica”.


III

Para concluir. Mi primera lectura de Los detectives salvajes fue sin parar hasta terminar sus 609 páginas. Una historia, o varias historias entrelazadas, que no había leído antes en la literatura latinoamericana de los 80 y los 90. Al fin leía lo que muchos poetas, narradores, artistas, jóvenes utópicos comenzaban a reflexionar desde fines del siglo XX hasta ahora. Es decir ¿a dónde se fue la utopía subversiva de esos muchachos desnudos bajo el arco-iris de fuego de los 60-70, o el deseo de cambiar y repensar el continente latinoamericano y el planeta? Yo pensaba que Los detectives salvajes era el fracaso de una generación de aquellos jóvenes portadores de una ardiente impaciencia tanto artística como política. Eso mismo le pregunté a Bolaño en una entrevista que le hice en 2002 publicada en Chile en el diario El Mostrador. La pregunta era esta: “Los detectives salvajes” puede ser leída como una novela del fracaso total de un aprendizaje político y poético de toda una generación (los 60, los 70) que al fin se estrellaría (irónicamente) con el Muro de Berlín y la caída del campo socialista. ¿Sería aquello una de las importantes temáticas de tu producción narrativa a partir de los noventas? ”. La respuesta de Bolaño fue la que yo no esperaba: “Yo no creo que Los detectives salvajes sea la novela del fracaso de una generación. Al menos, su lectura no puede, en modo alguno, agotarse allí. Lo importante es otra cosa. William Carlos Williams tiene un poema magnífico sobre esto. Es un poema largo, en donde habla de una mujer, una trabajadora, y cuenta las vicisitudes de su vida, una vida más llena de desgracias que de alegrías, pero que esta mujer afronta con valor. Al final del poema, dice Williams: si no puedes traer a esta tierra algo más que no sea tu propia mierda, lárgate de aquí. Por supuesto, lo dice con otras palabras, creo. Pero la idea es esa”. (9)

Es cierto, después de haberla leído por segunda vez, Los detectives salvajes no es la historia de una generación fracasada, sino de una universal condición de ciertos artistas jóvenes por vivir su propio fuego creativo hasta las últimas consecuencias. Esos artistas que llegaron hasta el despeñadero sin importar que sus obras, ni las vivencias de su propia hoguera, quedaran en archivos ni menos guardadas en bibliotecas o en librerías globalizadas. El caso de Rimbaud a los 19 años, quemando 500 copias en 1883 de su obra Una estación en el infierno, ha sido el ejemplo que muchos poetas jóvenes latinoamericanos quisieron imitar con bastante autenticidad desde principios de siglo XX hasta quizás mediados o fines de 1980. Tampoco les interesó a esos jóvenes poetas “realvisceralistas” latinoamericanos quedar en las historias de la literatura de ningún país. Porque la historia de los poetas de Los detectives salvajes es parte de una historia artística latinoamericana que arranca desde las primeras vanguardias y que, como señalé arriba, se reprocesa en los 70 en los “infrarrealistas” y antes de éstos en el grupo los “Tzántzicos” de Ecuador, luego en el grupo peruano “Hora Zero¨”, y antes de éstos dos en “los estridentistas” mexicanos, y antes de todos los anteriores en ese Panteón Negro originario y famoso ya mencionado, cuyos mejores representantes fueron Rimbaud y “El Conde de Lautreamont”. Únicamente de esa manera se explica y se entiende aquel Manifiesto Infrarrealista ya mencionado que Bolaño escribiera él solito en 1976.

Por eso Los detectives salvajes perdurará por mucho tiempo como una obra universal porque tiene más relación con la condición del artista joven que con el fracaso de una generación. Y porque quizás es la única obra latinoamericana hasta ahora, en este Tercer Milenio, que nos dice también que con esta globalización ya nunca será posible producir más artistas realvisceralistas. Y en eso reside para mí la inmensa belleza poética de gran parte de la obra de Roberto Bolaño.


Bibliografía Consultada

Campos, Javier .“Entrevista a Roberto Bolaño: ‘Son muy pocos los escritores que se la juegan a todo o nada’” en El Mostrador, Santiago de Chile, 3 de agosto 2002.
Bolaño, Roberto. “El estridentismo”. Revista Plural, N.61 (1976), pp. 48-50.
---------------------. “Tres estridentistas en 1976”. Revista Plural, N.62 (1976), pp. 48-60.
---------------------. “La nueva poesía latinoamericana” (¿Crísis o renacimiento?). Revista Plural, 68 (1977), pp. 41-49.
---------------------. Muchachos desnudos bajo el arcoiris de fuego (once poetas latinoamericanos) México: Editorial extemporáneos, 1979. Editor.
---------------------.“Déjenlo todo, nuevamente. Primer manifiesto del movimiento infrarrealista. Publicado en Revista Infra 1. Revista menstrual del movimiento infrarrealista, Octubre/noviembre 77. Ciudad de México, México. Pp.5-11.
----------------------. Los detectives salvajes, Barcelona: Anagrama, 1998. 2da. Edición.
Bolzman, Claudio . “Roberto Bolaño, Mario Santiago y Los detectives salvajes”, en El canillita digital, Número 64, octubre-noviembre, 2003.
Donoso Pareja, Miguel. “Once poetas, seis países: ¿poesía concreta o poesía en proceso?”, prólogo en Muchachos desnudos bajo el arcoiris de fuego (once poetas latinoamericanos) . México: Editorial extemporáneos, 1979. Pp.13-36
Espinosa, Patricia. Territorios en fuga. Estudios crítico sobre la obra de Roberto Bolaño. Santiago de Chile: FRASIS editores, 2003. Patricia Espinosa, Editora.
----------------------.“Entre el silencio y la estridencia”, pp. 31-32, y “Tres de Roberto Bolaño: del crac a la posmodernidad”, pp. 167- 175., en Territorios en fuga. Estudios crítico sobre la obra de Roberto Bolaño. Santiago de Chile: FRASIS editores, 2003. Patricia Espinosa, editora.
Herralde, Jorge www.robertobolano.com (Jorge Herralde editor)
Mason, Wyatt. (editor). The Letters of Arthur Rimbaud. I Promise To Be Good. New York: Modern Library Edition, 2003. Editor and Translated, and with and Introduction by Wyatt Mason.
Promis, José. “Poética de Roberto Bolaño”, op.cit., Patricia Espinosa editora, pp. 47-63.
Revista AS de Copas. “El manifiesto infrarrealista”. N.1, año 5.
Rojo, Grinor . “Sobre Los detectives salvajes”, pp. 65-75, op. cit. Patricia Espinosa editora.


Notas

1. Este trabajo fue leído por primera vez en el XXXV Congreso Internacional de Literatura Iberoamericana, realizado en la Universidad de Poitiers, Francia, en junio de 2004. El autor organizó allí una mesa sobre la obra de Bolaño (“Acercamientos desde el Tercer Milenio a la obra de Roberto Bolaño ”) donde participaron Grinor Rojo, Fernando Moreno y Javier Campos. Otra aclaración. Cuando trabajé este artículo, y hasta que lo presenté en Francia en 2004, nadie entonces había mencionado aún el “Manifiesto Infrarrealista” en ningún artículo. Por ejemplo, en los artículos que compiló Patricia Espinosa nadie allí se refirió a este manifiesto. Véase Patricia Espinosa. Territorios en fuga. Estudios críticos sobre la obra de Roberto Bolaño. Este artículo fue publicado en junio de 2006 en Actas del Congreso de Literatura Iberoamericana, (Francia, Poitiers, 2006).

2. Ver “ Entre el silencio y la estridencia” y “Tres de Roberto Bolaño: del crac a la posmodernidad”. Véase Patericia Espinosa. Territorios en fuga…

3. Aún así, según una reciente edición en inglés hecha, traducida y editada por Wyatt Mason (2003), Rimbaud nunca perdió la comunicación con su hermana más joven, Isabelle, quien vivía en Paris, ni tampoco rompió con su madre, a las que regularmente escribía y parece les enviaba un dinerito ocasionalmente. Esta edición es la primera en inglés que publica esas cartas, cerca de 250 que Rimbaud escribió durante su vida. Sólo 30 cartas corresponden al periodo antes de partir a África y Arabia, las restantes las escribe durante esos 11 años de su vida en en esos lugares (África y Arabia). Aquellas 30 cartas son las más conocidas y han sido exageradas porque levantan un Rimbaud mítico del cual muchos poetas jóvenes han tomado esa única imagen para quedarse con ella para siempre. El editor de la edición en inglés, arriba citado, afirma que las cartas escritas en esos 11 años, comparadas con las de otros artistas famosos -como las de van Gogh por ejemplo- son distintas. La diferencia está en el tema tratado, principalmente. Las de van Gogh son testimonios sobre asuntos artísticos. Las de Rimbaud -ésas escritas en sus 11 años fuera de Europa- son testimonios de un hombre que desea hacerse rico. También resulta extraño que no hayan sido publicadas en inglés hasta ahora (2003). Otra cosa curiosa, según esas cartas, Rimbaud pide a su hermana y a su madre que le envíen libros. Los libros que pide son los que tienen que ver con su relación de comerciante, por ejemplo pide muchos ¨Manuales¨ como Manual para Viajeros, Manual para hacer Ladrillos, Manual de Metales, Manual para hacer Velas, Guía para hacer armas, Manual de Armas, Operación de Minas, Manual para hacer objetos de vidrios, junto a tratados de Topografía, Geología, Trigonometría, Mineralogía, Química Industrial. Lo que queda claro es que no pide libros ni de poesía ni de literatura en general. No le interesan ya. Véase Wyatt Mason, Introduction. The Letters of Arthur Rimbaud. I Promise To Be Good.

4. En lo que he leído sobre Bolaño únicamente el escritor Claudio Bolzman en un artículo publicado en “El Canillita Digital”, 2003, lo menciona y dice solamente que el Manifiesto apareció en “una revista de difusión confidencial”. Veéase Claudio Bolzman. “Roberto Bolaño, Mario Santiago y Los detectives salvajes”. En octubre de 2004 aparece en Internet la Revista “As de copas”, N.1, año5, donde por primera vez se incluye íntegro el mencionado “Manifiesto infrarrealista”. Aún así, no ha existido artículo que conecte el ”Manifiesto” a un contexto poético latinoamericano (y europeo) como es el propósito de este trabajo. Por otro lado, la reproducción del “Manifiesto” en asdecopas.cl no es idéntica al original. Formalmente queremos decir. El contenido es lo mismo pero la reproducción allí en Internet no es como apareció publicado por primera vez en la Revista Infra en México en octubre/noviembre de 1977. No se respetó, por ejemplo, la división de los fragmentos ni tampoco como se cortaban los versos; alguna puntuación no corresponde al original; hay espacios en un verso por ejemplo que no es respetado; muchas palabras en negritas del original no aparecen en la reproducción de asdecopas.cl; algunas mayúsculas tampoco aparecen (expresan imperativos en el texto original). En junio de 2005 apareció, organizada y editada por Jorge Herralde, la pagina oficial de Roberto Bolaño en Internet. Allí por primera vez se editan bien los únicos dos “Manifiestos Infrarrealistas” que escribió Bolaño en México. Debemos agregar que el segundo “Manifiesto” no difiere en nada, en propuesta, al primero. Véase Jor ge Herralde.

5. Véase Grinor Rojo. “Sobre Los detectives salvajes”.

6. Los tres artículos publicados por Bolaño en Revista Plural son: “El estridentismo” (1976); “Tres estridentistas (1976); y “La nueva poesía latinoamericana” (¿Crísis o renacimiento?) (1977).

7. Debo reconocer el buen artículo de Jose Promis “Poética de Roberto Bolaño” (op.cit., pp. 47-63, Patricia Espinosa editora) pues a partir de su artículo yo quise desarrollar más lo que él plantea . Es decir, Promis dice que la influencia de la vanguardia, las primeras, y luego los estridentitas (la vanguardia mexicana de 1912-1918) son de una influencia importante y fundamental en la poética de casi toda la obra de Bolaño. Es decir, Bolaño lo manifiesta en esos artículos que publica en la Revista Plural de 1976 y 1977. Nuestro trabajo, que podría ser una continuación del de José Promis, es conectar aún más esos artículos escritos por Bolaño en esa revista mexicana, más el prólogo de Donoso Pareja a la edición antológica que hace Bolaño en 1997 (Muchachos desnudos...) con el Manifiesto Infrarrealista que Promis no menciona y que nadie tampoco ha mencionado hasta ahora (ni Patricia Espinosa). El Manifiesto es el documento donde realmente se ve bien claro lo que Bolaño incorpora a la poética infrarrealista para distanciarse de otras tendencias en ese momento en Latinoamérica que (Bolaño) consideraba viejas e inefectivas, poéticamente hablando (por ejemplo critica a los poetas láricos, incluso a Nicanor Parra aun cuando luego en los 90 lo considerá su principal influencia). Pero también el manifiesto es un documento donde Bolaño reprocesa -y actualizándolo- todo el pasado vanguardista europeo y latinoamericano hasta los 70. Ver Promis, op.cit., pp. 52-53. Por otro lado, en la novela Los detectives…, Bolaño copió integro el primer manifiesto de los estridentistas mexicanos, especialmente la cantidad de nombres que los estridentistas mencionaban como influencias en esa época. Ver en la novela, en la páginas 216-217-218-219-220 (2da. edición de Anagrama, diciembre de 1998).

8. Bolaño llegó con su familia al D.F. desde Chile en 1968 - me decía el poeta Medina– con 15 años de edad y ahí estuvo hasta principios del 73 donde regresó luego a Chile -con 20 años- durante los últimos meses del gobierno de Allende. Regresó a México ese mismo año de 1973 luego del golpe militar. A Barcelona se fue desde México en enero de 1977 (a los 24 años) y no volvió nunca más a México. O sea que pasó casi 10 años en este último país. La parte más fundamental de la formación como joven poeta. Es decir, desde los 15 hasta los 25 años.

9. Véase Javier Campos. “Entrevista a Roberto Bolaño: ‘Son muy pocos los escritores que se la juegan a todo o nada’ ''.










miércoles, 5 de diciembre de 2007

Los verdaderos detectives de Bolaño

por Andrés Gómez Bravo
La Tercera, 09.07.2006










El 15 de julio de 2003 Roberto Arriagada, ex detective de Investigaciones, volvió a saber de Roberto Bolaño. Esa noche los noticieros informaron la muerte del escritor chileno residente en España. Ambos habían sido compañeros en el Liceo de Hombres de los Ángeles y la última vez que se encontraron fue en el cuartel policial de Concepción, en noviembre de 1973: Bolaño en calidad de detenido y Arriagada como un joven detective. “Cuando salió, prometió volver, pero nunca más lo vi”, cuenta.

Sin embargo, el escritor no lo olvidó. Ni a él ni a Renato Czischke, otro detective de Los Ángeles destinado en Concepción.

Nacido en Santiago en 1953, Bolaño creció en Los Ángeles y en 1968 partió a México con su familia. Cinco años después viajó a Santiago para hacer la revolución. Pero llegó tarde: a los pocos días ocurrió el golpe de Estado. Con el pelo largo y un bigote estilo mexicano, fue a visitar a sus familiares en la VIII región. Pasó dos meses allí y fue detenido cuando viajaba a Concepción: lo confundieron con un subversivo extranjero.

“En un mismo día pasé por Carabineros, pasé por otro sitio, no recuerdo bajo qué órdenes estaba, y al final terminé en la Policía de Investigaciones. Y tuve mucha suerte. Me sacaron de la cárcel dos policías que habían sido compañeros míos en el liceo, a los 15 años. Uno de ellos me dice: ‘¿No te acuerdas de mí? Soy tu compañero’. Yo no me acordaba de nada. Fue impresionante”, recordó.

Arturo Belano

Roberto Bolaño estuvo ocho días detenido en el cuartel penquista y esa experiencia inspiró uno de sus cuentos más celebrados, Detectives, que forma parte del libro Llamadas Telefónicas. En él, Arriagada y Czischke se llaman Arancibia y Contreras. Y Bolaño, como siempre, es Arturo Belano.

“¿Te acuerdas del compañero de liceo que tuvimos preso?”, dice uno de ellos en el relato. “Sí, Arturo, a los 15 se fue a México y a los 20 volvió a Chile”, responde el otro. “Qué mala cueva”, dice el primero. Y el segundo lo corrige: “Qué buena cueva, caer justo en nuestra comisaría”.

Bolaño hippie

Ximena Bolaño, prima del escritor, tenía poco más de 12 años cuando lo vio llegar a Mulchén. “Andaba con un bolso y una máquina de escribir. Decía que estaba escribiendo una novela. Andaba ya con la idea de ser escritor, no quería estudiar”, recuerda.

“Siempre andaba con las novelas. Era fanático de la lectura”, agrega su primo Ricardo Bolaño.

En esos dos meses recibía correspondencia a menudo de una novia mexicana. “Ella le mandaba cartas y le mandaba dólares. Lo quería harto, parece. Pero aquí también tenía pololas. Hartas niñas andaban detrás de él”, cuenta Ximena.

Con su facha de guerrillero, Bolaño no pasaba inadvertido en el pueblo. “Llegó tan cambiado, nada que ver con el niño de 15 años de pelo cortito. Parecía un cabro hippie y andaba con el acento mexicano pegado. Y por eso lo detuvieron”, relata su prima.

“Era muy arriesgado”

Roberto Arriagada y Renato Czischke no eran amigos íntimos de Bolaño, pero habían compartido clases y recreos en Los Ángeles. En 1973 llevaban dos años en el cuartel de Concepción. Hoy ambos están retirados de Investigaciones. Czischke vive en Santiago, pero prefiere no hablar del tema.

Arriagada trabajó hasta marzo como jefe de Seguridad Ciudadana en La Serena y ahora está dedicado a disfrutar y cuidar su parcela.

“Le dimos la ayuda que podíamos. Él estaba solo y lo apoyamos como amigos. Lógicamente que uno se preocupaba por la gente conocida, pero no se podía hacer mucho”, cuenta. “Nos preocupamos por atenderlo bien, ayudarlo a comer e ir al baño. Sé que se sintió agradecido”, añade.

Arriagada lo recuerda como “un tipo simpático, entretenido, con la talla a flor de boca. Era el típico alumno mateo”. Sin embargo, asegura que ni él ni su compañero podían hacer gestiones para acortar su detención. “Cualquier cosa que diga es delicada. No puedo darle detalles, pero uno no podía meterse; era muy arriesgado. Y tampoco era nuestra misión”, subraya el ex detective.

La familia sureña de Bolaño se enteró a través de un llamado telefónico. “Intentamos hacer algo, pero como a la semana volvió solito. Dijo que unos amigos detectives lo ayudaron a salir”, cuenta Ximena. Y Ricardo Bolaño corrobora la versión: “Lo soltaron gracias a unos policías que fueron compañeros de curso”.

Cierto o no, el hecho es que Bolaño no olvidó el episodio. “Quedó traumado, se asustó y decidió regresar a México”, comenta Ximena. Allí comenzaría la brillante carrera que se interrumpió el 15 de julio de 2003.










domingo, 2 de diciembre de 2007

Roberto Bolaño conquista EE.UU.

por Roberto Careaga
La Tercera. 25.11.2007


















Perdidos en el desierto de Sonora. Enero de 1976. No hay pistas de Cesárea Tinajero, la legendaria poeta madre de los real visceralistas, y hay que tomar una decisión: volver al D.F. o cruzar la frontera y llegar a El Palito. Faltan 10 páginas para que termine Los Detectives Salvajes y los protagonistas tienen pocas opciones: los persigue un hombre armado dispuesto a cobrar venganza y Estados Unidos no les abrirá las puertas. Ni Ulises Lima, ni Lupe, ni Juan García Madero tienen pasaporte. El único que lleva sus papeles es Arturo Belano. Pero el alter ego de Roberto Bolaño tiene otro problema: “Soy chileno”, explica.

Muchos años después de ese momento cristalizado en la literatura, todo es diferente: Bolaño está muerto, nadie sabe si es chileno y Estados Unidos lo recibe con los brazos abiertos. Es el nuevo emisario de las letras latinoamericanas.

Fallecido hace cuatro años, Bolaño recorrió una acelerada ruta hacia la leyenda. Gloria anónima del underground poético mexicano de los 70, en los 90 se apareció como un tornado en la escena literaria hispanoamericana para cambiar su rumbo. Iba apurado, sabía que su hígado no aguantaría. Lo había leído todo, lo había vivido todo y todos eran blanco de sus incendiarias críticas. Sus 15 libros dieron material para que su figura se transformara en una estatua. Lejos de apagarse, la onda expansiva de su obra alcanza nuevos territorios. La semana pasada, y por segundo año consecutivo, el diario New York Times incluyó entre los mejores 50 libros de ficción del 2007 uno de Bolaño. En 2006 fue la recopilación de cuentos Last evening on Earth. Esta vez su novela clave: Los Detectives Salvajes, la enorme travesía de Ulises Lima y Arturo Belano.

La conquista

Noviembre de 2003. Mientras la Feria del Libro de Santiago le rendía homenaje al recién muerto Bolaño, la editorial New Direction afinaba los detalles para la publicación de By Night in Chile (Nocturno de Chile) en EE.UU. En la solapa, la recomendación es de Susan Sontag: “Un libro maravilloso y bellamente escrito por un autor que tiene un control envidiable sobre cada momento”. New York Times lo comparó con W.G. Sebald y veía en sus 130 páginas un parecido al realismo mágico. El libro vendió seis mil copias en EE.UU. No mucho.

Le seguirían en publicación Distant Star (Estrella Distante), Amulet (Amuleto) y Last Evenings on Earth (con cuentos de Llamadas Telefónicas y Putas Asesinas). Con este último, la fama de Bolaño –apuntalada por su intensa biografía- creció hasta que en abril pasado a las librerías estadounidenses arribó The Savage Detectives. Publicado por la poderosa editorial Farrar, Straus & Giroux, la novela tomó por asalto a la crítica.

La pauta la marcó New Yorker: en seis páginas reseñó la “fracturada obra maestra” y se describía a Bolaño como un “vagabundo” ladrón de libros que idolatraba a Borges. Lo responsabiliza de “liberar a la escritura latinoamericana del realismo mágico” y agregó un dato a la leyenda: una adicción a la heroína en los 80.

La escritora mexicana y amiga de Bolaño, Carmen Boullosa, dejó entrever en un artículo en The Nation que había muy poca ficción en Los Detectives Salvajes. La revista Esquire la describió como “lujuriosa novela” protagonizada por una “pandilla de poetas mexicanos deslenguados, marihuaneros, ególatras y lascivos”. The New Republic la calificó de “extraordinaria”; New York Times de “maravillosa, triste e impactante”, New York Book Review le dedicó un largo artículo titulado The Great Bolaño. Y Washington Post insistió en la idea que repite y repite la crítica norteamericana: desde Cien Años de Soledad, ninguna novela causó tanto impacto en la literatura latinoamericana como Los Detectives Salvajes. Hasta el sitio de ventas on line Amazon incluyó el libro entre los mejores 10 títulos de ficción del 2007.

El desembarco en Norteamérica aún no se detiene: en febrero de 2008 se publicará la Literatura Nazi en América y luego la enorme 2666. Los papeles de Bolaño son bienvenidos en Estados Unidos.