lunes, 31 de marzo de 2008

El señor Bolaño ha muerto, viva el señor Belano. Introducción a una estrella cada vez menos distante

por Silvia Banfield












Leo con algún asombro el ingreso vertiginoso de la literatura y los libros del chileno Roberto Bolaño al mercado norteamericano. Sorbo un expreso negro en su tinta y sin duda su narrativa y la mirada de la “gran prensa” es ligeramente, bastante distinta a la que se ha hecho de su exitosa compatriota Isabel Allende. Me documento que Bolaño no tuvo misericordia para referirse al best seller y autora del mítico libro La casa de los espíritus, a sus pares chilenos, algunos españoles y al propio Gabriel García Márquez. Roberto Bolaño, autor de Los detectives salvajes, no les dio tregua hasta tanto su hígado se lo permitió. Si bien no murió en la plenitud de su juventud, como James Dean, Bolaño, poeta y narrador, que tomó la literatura como un compromiso vital, falleció en un pueblo costero catalán a la edad de 50 años. Ese mismo día se quemó el parque de entretenimiento que cuidó en una época de vacas muy flacas en España, para ganarse la vida y la muerte. Las cenizas de su cuerpo volaron ese día por el Mar Mediterráneo, a petición del propio narrador. No más Chile, él, que se fue joven, volvió a ver qué hacía contra Pinochet y volvió a salir rumbo al D.F., México, donde haría su gran literatura. Se noveló el novelista, cuentista, poeta y devoró todas las páginas que pudo -propias y ajenas- para instalar su propio tinglado, y curiosamente su más grande antecedente literario chileno son dos poetas de ese país: Nicanor Parra y Enrique Lihn. Ambos poetas se han manejado con el discurso irónico, disidente y crítico sobre Chile, sus pares y antecesores. Se dice, que su narrativa, principalmente Los detectives salvajes, tiene su principio embrionario en su poesía. Los personajes están ahí. Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Nicanor Parra, Vicente Huidobro, Gonzalo Rojas son los iconos de la literatura chilena y la narrativa descansa en el prestigio de José Donoso. Los narradores forman parte de un discutido éxito, como Isabel Allende, Skarmeta, Sepúlveda o Jorge Edwards. (Aclaro que muchas cosas escritas aquí se desprenden de distintas lecturas de críticos y algunas especulaciones personales). Para Chile, al parecer fue un escritor “marginal” la mayor parte de su existencia, por la relación que sostuvo con el país y sus escritores e instituciones. La diáspora gira y gira siempre muy lejos de su centro y punto de partida. El más conocido de los narradores chilenos, José Donoso, vivió gran parte de su vida en la España franquista y si bien en Chile tuvo resonancia, no correspondió a la magnitud de su obra. Para algunos es sorprendente el boom de Bolaño en Estados Unidos y en los países hispanohablantes, aunque había obtenido el emblemático premio venezolano Rómulo Gallegos y diversos lauros regionales en España. Se transformó en una época dura de sobrevivencia y de apuestas, en España, en un cazador de premios de provincia, con un éxito absoluto. Las pesetas de esa época le permitieron una mayor tranquilidad, independencia y seguir escribiendo como un “profesional”. Intentó una última apuesta y aceptó la postulación al Premio Nacional de Literatura de Chile, poco antes de morir, pero esa jubilación de la literatura chilena cuenta con sus propios mecanismos y resortes institucionales. La obra de un escritor es lo único que cuenta para la posteridad, los premios pueden acumularse como las cucarachas, si no pregúntenselo a Kafka.


Un soldado anarquista

Su nombre y obra andaba en boca de Susan Sontag, el editor Herralde, los argentinos Piglia y Fresán, el poeta chileno Nicanor Parra y una lista interminable de jóvenes lectores, que ven sus textos, entre el desenfado, la cara opuesta al realismo mágico, y una literatura que comulga con los pies atados a la tierra, que recobra lo marginal, proyecta el desamparo del propio autor, alimenta la literatura dentro de la literatura. Ninguno de los protagonistas del boom, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Vargas Llosa, he visto que se refieran a su obra. El chileno Edwards, que viene detrás de esa ola, dijo recientemente que los escritores jóvenes chilenos sólo conocen a Bolaño. Un petardo y mucho de malestar, pero pone el dedo en la llaga de alguna manera de la percepción que tienen los jóvenes respecto de la narrativa chilena. ¿Por qué no leen a otros prosistas? ¿Es moda leer a Bolaño? ¿Bolaño construyó un mito como un agente activo, despotricador de la dispersión? ¿Se hizo leyenda con sus premios provinciales y el Rómulo Gallegos? ¿Un triunfador en medio del fantasma de la dictadura chilena y su efecto castrador, mutilante, paralizador? Todo lo externo a una obra tiene un campo de acción limitada, mediática, que con el tiempo adquiere fuerza o se desvanece, dependiendo de la calidad de los escritos. Siempre la literatura se queda sola con el lector. Tarde o temprano el autor no estará, ni lo que le rodea en la coyuntura de sus días.

El diario argentino Página 12 ha titulado con una frase archi manida un artículo sobre el chileno Bolaño y su aceptación en su país: “Nadie es profeta en su tierra”. Son muchos los que se quejan del trato de Chile a sus creadores. Gabriela Mistral encabeza una larga lista de malestar y olvido. Recoge cuatro artículos y lo que se ve a simple vista es que Bolaño dividió en dos aguas el charco de la literatura chilena: aguas puras y aguas servidas de alcantarilla. Conversaba con un poeta chileno sobre Bolaño y me dijo en un clásico lenguaje chileno: “Bolaño arrastró el poncho de la literatura chilena”. ”Estremeció la copia feliz del Edén”, agregó, porque su literatura fue acompañada por su audacia por opinar de todo y contra todo, en el Chile atomizado por la dictadura y que fue lentamente sacudiéndose del espíritu amordazado, derrotista, bajo secuestro en que vivían las artes, el periodismo y la libertad bajo el régimen de Pinochet. Bolaño enmudeció las campanitas del coro celestial neoconservador y de algunas estrellas abanderadas de los nuevos tiempos. Y eso, dice el poeta, es bueno, necesario para cualquier país donde todo se escribía en piedra, porque en la obra de Bolaño hay humanismo, la del soldado anarquista que tiene fe en sus disparos al aire, porque los tiros ciegos van al corazón. Pólvora inconclusa, destellos de cometas que no vuelven nunca más. Un error decir que es un escritor para escritores y al mismo tiempo asignarle un lugar limitado entre sus lectores comunes y corrientes.


¿Nacido para la derrota?

¿Un escritor nace para la derrota? Tiempo de aserrín y ripio, de clowns oficiales, la época de la dictadura sirvió para el aplauso y el olvido, nada diferente de otras tiranías, porque si tiene de algo en común el hombre, es el papel de calco de los sistemas represivos. Bolaño lanzó sus fuegos artificiales y partió. Un escritor nunca mira lo que la sombra no ilumina. Fue un outsider, pero no en literatura, sino en su mirada casi clandestina del mundo, en sus toques críticos a sus mayores, como corresponde a un escritor emergente sin límites ni ataduras. Pero, fue un gran lector, escritor formal, apegado a la buena escritura.

Bolaño leyó y de acuerdo con ello, escribió. Conoció lo que escribía su generación anterior, y procedió con su propia música. Se habla mucho del Bolaño novelista, pero muy poco o casi nada, del cuentista. No sabemos si le llegó la moda en habla inglesa. El arte por el arte no está en ninguna parte. Pero este ingreso en firme a Estados Unidos y al mundo anglosajón de un inmigrante sudaca, que dejó el DF, después de tragárselo con los sesos y alimentar el vicio de su escritura. El miope de Bolaño, pudo leer y vivir, mientras que el mundo de Borges fue alrededor de los libros y las bibliotecas, frente a un mundo difuso físicamente cuando llegó a los 5O años y seguía visitando los cines como si el celuloide fuera su propia retina. El deteriorado hígado de Bolaño resistió dos monumentales novelas: Los detectives salvajes (609 páginas) y 2666 (póstuma y de 1125 páginas). Dejó cuentos por editar, fragmentos de una obra inconclusa que no lo es, porque es su literatura que no viaja con destino a ningún paradero. La prensa española, norteamericana, argentina y chilena se ha bolañizado en estos días, lanzando un torrente de artículos sobre el autor y su obra. La crítica siempre positiva no abre caminos reveladores de su obra, sino más bien fecunda el mito. Estamos ante una gran plataforma para un lanzamiento hacia el espacio del gran mercado, ahí donde algunas estrellas se hacen menos distantes. Esta golondrina latinoamericana, de parla castellana, hace poner el ojo de alguna manera en la literatura chilena, primero, luego latinoamericana y de habla española finalmente. La cifra de obras traducidas del español al inglés es mínima, ridícula por año, por lo que lo de Bolaño es una hazaña. El autor de Putas asesinas, Amberes, Llamadas telefónicas y Nocturno de Chile, que es un bien presentado balde de heces a la “gran” crítica conservadora chilena de literatura, con dosis de humor, burla, manteca de puerco refregada en la boca de la iglesia (Opus Dei), curas herederos de la palabra y el mismo Neruda, que no fue santo de su devoción. Alguien dijo, que la noveleta de 150 páginas, era la venganza contra esos viejos armatostes de la crítica literaria que lo mantuvieron siempre fuera del canon oficial.

Lo novedoso es que Bolaño no entra a Estados Unidos como espalda mojada, ni burla el gran muro de la infamia, o se postula al greencard, ni pasa de contrabando con el apoyo de algún coyote, sino por la puerta grande la literatura. Su literatura va en búsqueda de la conquista de un jugoso mercado. El anarquista-troskista-tercermundista, ya no está vivo en la vida real, no incomoda a nadie, es la hora de su presentación en sociedad. Es un negocio, porque el Señor Bolaño ha muerto. Viva el Señor Belano.


EPÍLOGOS sobre un mismo autor, asunto y materia

Bolaño, con su aspecto de médico cansado o astrónomo, se sienta en un vagón o en el sillón de un hotel a esperar la próxima estación o a alguien que no es más que el mismo.
Bolaño sabía que lidiaba con la muerte y el niño que nunca se le escapó de las manos, cuando se separó de sus últimos escritos, cuando se entra a algún lugar que puede ser blanco-nocturno.
Bolaño camina por un río que cambia continuamente de curso, pero él sigue una ruta desconocida que no le desvía, pero que tampoco le acerca a algún lugar.
Bolaño en un aeropuerto tomando un pasaje para el desierto del Sahara para tener una conversación con El Principito.
Bolaño se sumerge en una bocanada de humo y desaparece como un refugiado español que nunca llegará a conocer París, porque le atraviesa una bala de plata su hígado ya inservible. Su cadáver nunca se encontraría, pero se supone estuvo envuelto en una bandera chilena.
Bolaño tragaba libros con espíritu borgeano y los rescribía con espíritu kafkiano.
Bolaño nunca olvidó amarrar el caballo de la poesía al lado de la novela.
Bolaño entra con su pasaporte de Belano sin L a Chile y escribe la palabra Libertad con la L imaginaria.
Bolaño no creía en los ascensores, escaleras, en los funcionarios públicos para alcanzar un objetivo literario. Prefirió las dos manos para escribir.
Bolaño consagró su hígado a la literatura.
Bolaño se encerraba en un hotel de provincia en España, como en el Oeste, a esperar el veredicto de los jurados. Después celebraba en el bar de la esquina. No había tiros.
Bolaño estaba escribiendo una novela titulada 911 S.O.S., cuando el Mediterráneo le llamó a compartir su último naufragio.
Bolaño dormía inclinado hacia el lado derecho, para no adormecer el izquierdo.
Bolaño le quitaba el polvo a las estrellas antes de dormir. Algún día rosearía las páginas de sus libros.
Bolaño aparece en la redacción, sin afeitar, con un cigarrillo en la mano, y le dice a mi editor que Silvia B. lleva 10 días investigando sobre su vida de Belano, leyendo como una salvaje lo que le cae en sus manos y quizás que va a escribir de él. Firma una pelotita de golf y desaparece por una puerta detrás de la canchita de Golf. Viste una camisa fluorescente con dos letras en el pecho: D.F. El cuerpo deja caer finalmente unos granitos de sal de mar.













domingo, 23 de marzo de 2008

El lado salvaje de Bolaño

por Edmundo Paz Soldán
23.03.2008










Hace exactamente tres años, en marzo de 2005, en un encuentro de literatura latinoamericana en Lérida, conocí a Paco Robles y Olga Martínez, editores de Candaya, una casa editorial independiente que en poco tiempo se había consolidado como una de las más interesantes en el panorama español. Ellos me contaron que tenían previsto iniciar una colección de libros dedicados a autores latinoamericanos contemporáneos. Me dijeron que el primer volumen, sobre Enrique Vila-Matas, ya estaba en marcha, y que vendría acompañado por un documental en dvd con una entrevista y un acercamiento en imágenes al mundo del autor. Mientras caminábamos hacia el hotel después de una sesión, se me ocurrió ofrecerles editar para esa colección un volumen de ensayos sobre Roberto Bolaño. Antes de llegar al hotel la decisión había sido tomada, y el proyecto se ponía en marcha.

Cuando volví a Ithaca –ciudad del estado de Nueva York en la que vivo-, me di cuenta de lo abrumador del trabajo: los libros de Celina Manzoni (Roberto Bolaño: La Literatura como Tauromaquia) y Patricia Espinosa (Territorios en Fuga) habían abierto notables sendas de estudio sobre la obra de Bolaño, pero su muerte en 2003 y la publicación en 2004 de la monumental 2666 lo convertían en un autor canónico, central no sólo para la literatura latinoamericana, sino también más allá del continente americano. Se me ocurrió preguntarle a Gustavo Faverón si estaba interesado en coeditar el libro. Yo había dirigido en Cornell la tesis doctoral de Gustavo, y lo respetaba como un crítico de primer nivel; su blog, Puente Aéreo, se había convertido en imprescindible a la hora de discutir cuestiones culturales en América Latina. Entusiasmado, Gustavo aceptó escribir un ensayo sobre las relaciones de Bolaño con la literatura argentina, mientras yo me haría cargo de la introducción. Pensamos que un buen título sería Bolaño Salvaje, pues no sólo hacía referencia a Los Detectives Salvajes; también quería sugerir lo poco domesticado que había sido Bolaño en su paso fugaz por el mundillo literario.

Candaya estaba interesada en un volumen que fuera más allá del público académico; había que seleccionar los mejores textos en la cada vez más profusa bibliografía sobre Bolaño, de escritores y críticos, y hacer una convocatoria para recibir textos académicos que en ese momento estaban trabajando sobre Bolaño. Mientras Gustavo y yo nos dedicábamos a ello a lo largo del 2006, Candaya comenzó a preparar el documental sobre Bolaño.

Nos sorprendió la cantidad de trabajos académicos que llegaron. Provenían de América Latina, de Estados Unidos, de Europa. Seleccionar los mejores, los más representativos, no fue fácil; había que pensar en un balance y tratar de cubrir toda la obra –por ejemplo, llegaron varios trabajos muy buenos sobre Estrella Distante, por lo que alguno de primer nivel tuvo que ser excluído-, y a la vez dar cuenta del “estado de la cuestión”: una radiografía de cómo se estaba leyendo a Bolaño hoy. Así, pudimos contar con, entre otros, Manzoni (una pionera en los estudios sobre Bolaño), Chris Andrews (uno de los traductores de Bolaño), el crítico y escritor peruano Peter Elmore, que analiza 2666, y críticos chilenos jóvenes como Valeria de los Ríos, quien analiza el lugar de los mapas en la obra de Bolaño, y Matías Ayala, quien se centra en la poesía. A esos trabajos se añadían los textos de Vila-Matas, Fresán, Villoro, Boullosa, Pauls, Franz, Iwasaki, Volpi, Echevarría, Masoliver Rodenas.

El resultado final del libro son 500 páginas, con 25 ensayos que dan muestra de lo complejo que es el mundo literario del escritor chileno, y de la fascinación que ejerce su persona. Apareció una entrevista inédita, ofrecida por Sonia Hernández y Marta Puig. El documental, “Bolaño cercano”, fue creciendo hasta llegar a los 40 minutos; Carolina López, la viuda de Bolaño, colaboró permitiendo el acceso a los archivos.

Como suele ocurrir con las antologías, habrá discusiones: por qué se incluyó este texto, por qué se excluyeron estos otros. Gustavo y yo asumimos el riesgo y confiamos en que Bolaño Salvaje sea un libro de referencia que ayude a dar una visión más cabal de Roberto Bolaño, y permita seguir disfrutando y analizando un universo narrativo y poético que todavía tiene muchas sorpresas por ofrecer. El documental, filmado en Blanes, Barcelona y la Ciudad de México, servirá para una mejor contextualización de la obra.











La editorial Candaya publica Bolaño salvaje

por Ángels Balaguer
11.03.2008
















Juan Villoro, Enrique Vila-Matas, Rodrigo Fresán, Ignacio Echevarría y Carmen Boullosa son algunos de los autores que aportan su personal visión en el libro Bolaño salvaje, que la editorial Candaya publica a finales de este marzo, dedicado al escritor chileno. Explorar desde perspectivas y enfoques diversos el inagotable universo de Bolaño es el propósito de este libro colectivo cuya edición ha corrido a cargo de Edmundo Paz Soldán, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell, autor de los libros El delirio de Turing y Palacio quemado; y Gustavo Faverón Patriau, profesor en Bowdoin College, editor del volumen colectivo Toda la sangre: antología de cuentos peruanos de la violencia política y creador del blog Puente aéreo.

Junto a textos inéditos como el de Celina Manzoni, pionera en los estudios de Bolaño o Chris Andrews, su traductor al inglés, Bolaño salvaje incluye personales aportaciones de amigos cercanos al escritor y el dvd Bolaño cercano, ambientado en Barcelona, Blanes y México DF y en el que la familia y los íntimos amigos del autor conversan sobre su vida y obra.

Roberto Bolaño (1953-2003) ha pasado, en muy pocos años, de ser un poeta marginal a uno de los autores referentes de la literatura latinamerica. Nacido en Chile entre sus obras destacan, Llamadas telefónicas, Nocturno de Chile, Los detectives salvajes, La literatura nazi en America y 2666 (cuya versión teatral se está representando actualmente por la compañía del Teatre Lliure), todas ellas publicadas por Anagrama. Su libro Los detectives salvajes, se ha colocado recientemente en la lista de los diez mejores libros del año según el New York Times.

Bolaño salvaje es el segundo volumen de Candaya ensayo, que publica la editorial de Canet (Barcelona), especializada en narrativa y poesía Latinoamérica. El anterior volumen estuvo dedicado a Enrique Vila-Matas (Vila-Matas, portátil), y el tercer y cuarto se centrarán en Ricardo Piglia (abril) y en Juan Marsé (septiembre).










En DVD: Lautaro Bolaño y una novela inédita

La Tercera. 23.03.2008








“Supongo que me parezco a él en la actitud. Me cuidó mucho, durante mi infancia era muy protector conmigo. Salía pocas veces, estaba encima siempre y supongo que lo he heredado, ahora mismo con mi hermana”, dice Lautaro Bolaño, el hijo de 17 años del escritor. “Me cuesta mucho que ella vaya a casa de los amigos, es tan pequeña”.

Su aparición y la de su hermana Alexandra son una de las especiales atracciones del documental Bolaño Cercano, que acompaña al libro. Dirigido por Erik Haaznoot, en 40 minutos muestra al Bolaño íntimo. Básicamente está constituido por una conversación entre la esposa del escritor, Carolina López, y sus amigos más cercanos: Rodrigo Fresán, Antoni García Porta y Enrique Vila-Matas. Ellos recorren su obra y calibran su impacto.

En una escena del documental, López muestra los papeles que dejó Bolaño. Entre ellos está Los Sinsabores de la Verdadera Policía, una novela inconclusa e inédita que sigue la vida de Archimboldi, uno de los personajes centrales de 2666.








Fotografía: Bolaño junto a Lautaro y Alexandra, sus hijos.













jueves, 20 de marzo de 2008

El escritor Roberto Bolaño muere en su plenitud creativa

por Elena Hevia
El Periódico. 16.07.2003





El autor chileno deja inéditos un libro de relatos y una extensa novela inconclusa. La consagración le llegó con Los detectives salvajes, ganadora del Herralde.



Estaba pendiente de recibir un trasplante de hígado que no llegó. Roberto Bolaño, escritor chileno afincado en Cataluña, falleció ayer en el Hospital del Vall d´Hebron tras agravarse la enfermedad hepática que padecía. Tenía 50 años. Amigos y familiares le despedirán hoy en una ceremonia laica.

Una vez, para encabritar a sus colegas y paisanos Bolaño llegó a decir que él era el mejor autor chileno de su generación. Polémicas aparte, la crítica española y extranjera saludó sus relatos y novelas, que publicó muy tardíamente, bien cumplidos los 40 años, como los mejores exponentes de la actual narrativa latinoamericana. La consagración definitiva le llegó con Los detectives salvajes, ganadora de los premios Rómulo Gallegos y Herralde de novela.

El autor, que tiene pendiente de publicación una colección de relatos, deja también una novela inacabada, 2666, un proyecto que creció desmesuradamente hasta más de 1.000 páginas, de las que ya están redactadas cuatro quintas partes. De hecho, en una de las últimas reuniones con Jorge Herralde, su editor, el autor le informó de que las cinco partes de la obra podían ser leídas de forma independiente.


Poco convencional

Nacido en Santiago de Chile en 1953, Bolaño, como tantos otros chilenos de su generación, llegó a España exiliado en 1977. Pero su trayectoria nada tenía de convencional. A los 15 años se trasladó a México con sus padres. Allí vivió del periodismo y abrazó el trotskismo, hasta que decidió volver a su país natal para hacer la revolución o para vivir aventuras. Y las vivió. Se libró de la cárcel porque dos viejos amigos, reconvertidos en policías pinochetistas, le reconocieron y le ayudaron.

El exilio le iba a conducir a Suecia, pero una enfermedad de su madre que residía en Barcelona le trajo a una ciudad en la "que --según sus palabras-- se confundía la política con la fiesta, con la liberación sexual, un deseo de hacer cosas constantemente".


Personajes y realidad

Las cosas que hacía Bolaño entonces poco tenían que ver con la literatura. Fue lavaplatos, camarero, vigilante de un camping, basurero, descargador de muelles, vendimiador, como muchos de los personajes que pueblan sus relatos y sus novelas.

En 1996 publicó un curioso e inclasificable libro, La literatura nazi en América, que despertó el interés de la crítica. Su prestigio se fue refrendando poco a poco con Estrella distante y su soberbio libro de relatos Llamadas telefónicas, hasta culminar en Los detectives salvajes, su novela mayor, no sólo en extensión, en la que también filtra episodios autobiográficos.










domingo, 16 de marzo de 2008

Una novelita lumpen: Bolaño de traje en la miseria

por Cristián Brito














Si comenzamos desde la premisa que hablar de Roberto Bolaño, es en gran medida, hablar de literatura, para nada nos deberá sorprender que él fuera uno de los escritores escogidos para el innovador y ambicioso proyecto de la editorial Random-Mondadori; la denominada colección "Año cero", donde cada novela está enmarcada tomando como escenario una de las ciudades más importantes del mundo, y es adjudicada a un autor perteneciente a esta nueva camada de escritores (Bolaño, Fresán, Gamboa, Rey Rosas, Prieto, Martínez y Abad Faciolince) que ha resultado una suerte de renovación en las letras hispanoamericanas. Bien, a pesar de que sólo he leído Una novelita lumpen y Mantra de Rodrigo Fresán, me arriesgo a decir que en esta novela de encargo, da lo mismo que la acción transcurra en Roma o en otra ciudad, pues en el fondo, la ciudad si bien es cierto juega un rol de personaje, pudo haber sido prescindible como tal, pues a fin de cuentas la trama se sobrepone al ambiente, cosa que en Mantra no se da, ya que México es fundamental en la trama.

Como se mencionaba anteriormente, la acción transcurre en Roma, una ciudad que en todo momento da una impresión de decadencia apocalíptica, en este sentido son importantes de destacar los estados de ánimo de la protagonista-narradora que influyen notablemente en la impresión que el lector recoge de la urbe, es decir, un lugar más bien triste y gris.

Una novelita lumpen cuenta la historia de Bianca y su hermano, adolescentes que sufren la muerte de sus padres en un accidente automovilístico. La narración en su totalidad es controlada por la voz de la extraña muchacha que rememora el pasado desde el presente de mujer casada. Bianca, quien en el inicio de su relato de juventud, cuenta cómo ingresa a trabajar a una peluquería con desgano y sólo impulsada por el afán de sobreviviencia. La narradora se inserta en un mundo laboral tan incoherente y desconocido como le resulta su propia existencia: "Un día encontré trabajo en una peluquería. Lavaba cabezas. No cortaba, pero me fijaba cómo lo hacían las otras y me preparaba para el futuro. Mi hermano dijo que era estúpido ponerse a trabajar, que con la pensión de orfandad podíamos vivir felizmente. Orfandad, la palabra daba risa" (pág. 15). El hermano por su parte, finalmente ingresa a trabajar en un gimnasio; lugar donde conoce a dos curiosos y desarraigados personajes, el boloñés y el libio. La inserción del hermano al mundo del fisicoculturismo resulta curiosa y determinante. La narradora nos presenta la figura del hermano como a un tipo muy joven y descreído, pero cuya psicología y visión de la vida cambia sustancialmente en su nuevo mundo laboral: "Por aquellos días, debido a su trabajo en el gimnasio, mi hermano adquirió una costumbre curiosa. -¿Quieres ver mis progresos?-decía. Entonces se sacaba la camisa y me enseñaba los músculos... que tímidamente iban emergiendo de su cuerpo como tumores... Una vez me dijo que soñaba con ser Mister Roma y luego Mister Italia o el Amo del Universo. Yo me reí en su cara" (pág. 17).

El boloñés y el libio desempeñan un importante papel en lo que a la vida de Bianca se refiere. La primera consecuencia de sus presencias es la iniciación sexual de la narradora que le lleva a reflexionar sobre cosas que antes para ella habían pasado desapercibidas: "Mientras estaba en la cama, como digo, con la luz apagada y los ojos abiertos, sin esperanzas de poder conciliar el sueño, uno de ellos entró y me hizo el amor... Aquella mañana, mientras me vestía y hacía la cama, pensé en eso y en el peligro y en el amor y en todas las cosas de apariencia extraña que aparecen cuando menos te las esperas y que en realidad siempre son subterfugios de algo distinto" (pág. 39). Estos mismos personajes son quienes les proponen robar la casa del ciego Maciste, una ex estrella de cine. El señuelo para lograr el hurto será Bianca que es ofrecida como una suerte de prostituta, sin embargo, para ella el desempeñar este rol le provoca profundos cuestionamientos que a fin de cuentas sucumben ante la urgencia económica provocada por la siempre presente sombra de orfandad que la envuelve: "Tenía miedo de ser una puta... Sin embargo intuía que todo era cuestión de acostumbrarse... estafadora probablemente no, porque los estafadores siempre tienen un maestro que enseña, ¿y a mí quién me iba a enseñar nada? (pág. 58). Así la orfandad, la soledad y la inmadurez son constantes dentro de la novela. Si bien es cierto que el asunto central de la obra es el recuerdo, existen en ella otros factores que son relevantes. Finalmente el tan mentado robo no se lleva a efecto, muy por el contrario, Bianca termina en un tormentoso y apasionado romance con Maciste. El boloñés y el libio desaparecen tal como se pierde la inocencia de la narradora, en medio de una soledad que parece estar invariablemente sobre todos los personajes, mientras ambos hermanos continúan aferrados a su fragilidad y turbaciones: "Esa noche después de tanto tiempo, la noche fue de verdad, oscura y frágil y ribeteada de miedos, y todos los que permanecimos despiertos aquella noche fuimos seres débiles, cansados, con ganas de contemplar otra vez el amanecer" (pág. 121).

Una novelita lumpen no está dentro de las grandes obras de Bolaño, detalles como la ausencia de su ya tan habitual intertextualidad se extrañan, pero algo queda claro, su calidad para narrar historias es deslumbrante. Un escritor que logra crear mundos dentro de otros mundos, un autor que genera ficción de la realidad... En fin, un escritor de alcurnia que hasta en los más sórdidos ambientes mantiene su elegancia y categoría literaria.











martes, 11 de marzo de 2008

Catorce preguntas a Roberto Bolaño

por Daniel Swinburn
El Mercurio. 02.03.2003





No se puede seguir presentando a Roberto Bolaño. A estas alturas sólo corresponde continuar una extensa conversación iniciada por él y los suplementos culturales hace algunos años, especialmente, desde que en 1998 ganara el Premio Herralde de novela con "Los detectives salvajes", un libro en formato mamut, donde según el mismo Jorge Herralde, editor de Anagrama y verdadero gurú del mundo de las editoriales independientes, "Bolaño acentúa la radicalidad literaria de su propuesta". Ésta se había iniciado antes con "Estrella distante", "Llamadas telefónicas", y "La literatura nazi en América"; y continuó posteriormente con "Monsieur Pain" y "Nocturno de Chile". Se parece a una presentación. Habría que repetir entonces que cumplirá 50 este año, y que a pesar de hablar mucho de los chilenos vivos y muertos, prefiere mantenerse radicado cerca de Barcelona. Pero la conversación de Bolaño no es sólo con la prensa, aunque ahí han quedado juicios y frases, dichas con una precisión y desenfado que han descolocado a algunos jefes de la pequeña república literaria local. Experto en indicar a sus enemigos con el dedo, implacable en fijar sus propias jerarquías y gritarles tramposo a los tramposos, Bolaño conversa en forma más sosegada y menos histriónica, con la literatura, con la tradición y con sus contemporáneos de oficio preferidas. Ahí su diálogo es intenso, es donde ha puesto toda la radicalidad de su propuesta, donde hunde sus manos y su sangre. Su última novela "Amberes", sacada del baúl de sus primeros escritos, no fue bien recibida por la crítica, que espera que sea sólo un aperitivo de la próxima novela "2666", al parecer concebida también en formato "mamut". Estas preguntas, las primeras que le hace este suplemento, lo pillan en un compás de espera, sin noticias extraordinarias ni apologías urgentes. Bolaño lee y escribe casi con angustia, con la desesperación de no saber si la literatura se salva o no se salva del desierto, de la llanura que ha producido el fin de las utopías, especialmente de aquellas que lo comprometieron a él como miembro de una generación histórica de América Latina durante los años setenta y ochenta.






¿Cómo definiría usted, desde un punto de vista literario, al conjunto selecto que agrupa a los narradores JuanVilloro, Rodrigo Rey Rosa, Enrique Vila-Matas, Horacio Castellanos, César Aira, Javier Cercas y Roberto Bolaño? ¿Agregaría o excluiría usted a alguien en esa lista? ¿Qué los une?
En primer lugar yo no diría que se trata de un grupo selecto. Si se incluye a dos españoles, habría que añadir a Javier Marías, que de lejos es el mejor prosista español actual, y a Belén Gopegui y Luis Magrinyá y Jesús Ferrero, entre otros. Así que voy a limitarme a los latinoamericanos. ¿Por qué no creo que sea un grupo muy selecto? Básicamente por comparación con el grupo o la generación o la oleada anterior. En Latinoamérica, en líneas generales, sólo ha habido dos generaciones de narradores. La primera, la grande, empieza, digamos, con Macedonio Fernández, y termina con Reinaldo Arenas y Manuel Puig. La segunda, en donde estarían ubicados los autores que usted menciona, empieza con Piglia o tal vez con Fernando Vallejo y no se sabe quiénes la cerrarán. Esto es curioso, pues Macedonio fue un escritor instalado en las paradojas, pero en una especie de paradoja suave, una paradoja que expresaba en cierto modo confianza. Y Piglia y Fernando Vallejo más bien están instalados en la desesperación y en el laberinto. Esto es más notorio en Fernando Vallejo; sin embargo si uno lee a Piglia con cuidado, bueno, el resultado es tremendo. Lo que en Macedonio era fijación del instante y observación obsesiva, en Piglia es pura entropía. Otro de los padres fundadores, por llamarle de algún modo, aunque a él, sin duda, el término 'padre' le hubiera molestado mucho, es Oswaldo Lamborghini. Pero, bueno, Lamborghini, por decirlo de forma suave, muy suave incluso, es el exceso. Lamborghini es casi ilegible, no porque no se entienda lo que escribe, más bien al contrario, porque es la desnudez. No la desnudez de Blake, por ejemplo, que tiende hacia la inocencia y el placer, sino la desnudez del mal. Y añadiría a los nombres que ha mencionado los de Rodrigo Fresán y Alan Pauls, y también a Carmen Boullosa y Daniel Sada. Este último, sin duda, está escribiendo una de las obras más ambiciosas de nuestro español, parangonable únicamente con la obra de Lezama, aunque el barroco de Lezama, como sabemos, tiene la escenografía del trópico, que se presta bastante bien a un ejercicio barroco, y el barroco de Sada sucede en el desierto.¿Qué nos une? Bueno, todos escribimos, con mayor o menor acierto. Más bien la pregunta es ¿qué nos debería unir? Y la respuesta es muy sencilla. Obras maestras. Pero, claro, es muy fácil decir Obra maestra. Escribirlas es lo difícil.


Épicas antiguas y actuales

En algunas de sus obras hay una evocación permanente a "esa generación entera de jóvenes latinoamericanos sacrificados" - la de los años setenta y ochenta-, un verdadero "canon histórico". ¿Es un canon histórico o es sólo la justa reparación que busca de algunas amistades personales?
Ni una cosa ni otra, a menos que por canon histórico entendamos una cierta nostalgia. Toda literatura, en cualquier época, por lo demás, se apoya y en ocasiones crea sus, digamos, Troyas portátiles. En el caso de mi generación, bueno, nuestro valor fue tan grande como nuestra inocencia o estupidez. Digamos que en esa épica, lo que contaba era el gesto. Mediante gestos uno construía su novela de aprendizaje, algo que bien mirado es bastante tonto y que a la postre, si las cosas hubieran sido diferentes, nos habría convertido en víctimas o verdugos.

Ese canon impone, según algunos críticos, una presión temática y existencial que por momentos opaca o no deja desarrollar en toda su potencia sus novedosas formulaciones poéticas y narrativas. ¿Cuál es su opinión a esta crítica?
Ah, yo aquí no tengo opinión, o tengo opinión de bar o de tertulia, que es la opinión que se formula a medida que la conversación va progresando. En cualquier caso, la presión temática siempre ha ido a la par con la presión de la estructura. De hecho, cuando imagino un cuento o una novela o una pieza teatral, lo que sea, menos tal vez un poema, el primer escollo, el primer problema a resolver es el de la estructura, es decir, el envoltorio. A fin de cuentas, lo que se cuenta siempre es una variación de lo que el hombre se viene contando a sí mismo desde hace miles de años. Lo que cambia, lo que permite que el árbol, si aceptamos darle esa figura a la experiencia literaria, se mantenga vivo y no se seque es la estructura, nunca el argumento. Esto, por supuesto, no quiere decir que el argumento, el tema, no importe, claro que importa, o tal vez lo que importa sea la dosificación del tema, la reformulación de la 'dosis temática', pero lo importante es la estructura. La estructura es la música de la literatura.

La épica de la "guerra civil latinoamericana" no es actual, presente. ¿Es posible hoy una épica literaria actual y frontal dentro del mundo de las ideologías políticas?
La épica siempre es posible, y más en literatura. Y la épica rara vez es 'actual'. De hecho, la palabra 'actual' es casi una entelequia, en cualquier caso un término reñido con la cultura, que nunca es 'actual'. ¿En qué medida es más actual Chávez y no Perón, por ejemplo? ¿En qué medida es más actual Bush y no Truman? Y lo mismo se puede decir en literatura. ¿Por qué Stendhal escribe sobre la batalla de Waterloo, un suceso de su juventud, y no sobre hechos 'actuales'? ¿Es más actual La educación sentimental de Flaubert o Salambo? En un momento dado fue más 'actual' La educación sentimental, sin duda. Pero hoy es más 'actual' Salambo. La descripción en Salambo de la batalla desde adentro, por ejemplo, inspiró muchísimas novelas. Entre nosotros La guerra del fin del mundo, de Vargas Llosa, cuyo ritmo, velocidad, claridad expositiva, giros, el deseo de abarcar toda la batalla desde todos los puntos posibles, está tomado directamente de Salambo. Y ya que hablamos de La guerra del fin del mundo, ¿se trata de una novela actual o no? Yo diría que sí, pero en fin, nunca se sabe.

La violencia es un recurso que utiliza profusamente en su narración; por momentos parece que es el gran protagonista. ¿Cómo funciona la violencia en sus escritos?
Yo creo que de una manera accidental, como funciona la violencia en todas partes.

¿Es posible escribir la novela de los detenidos-desaparecidos?
Es posible. El único problema es quién y cómo. Porque escribir sobre ese tema para que al final tengamos, por ejemplo, una novela de las así llamadas de denuncia, bueno, mejor es no escribir nada. O una novela plagada de guiños a lo que Borges llamaba 'la canalla sentimental'. Ése es el riesgo y el escollo. Para escribir sobre esto sería necesario que el novelista se planteara, dentro de la misma novela, el actual vacío en el discurso de la izquierda o la necesidad de reformular ese discurso. Ahora bien, la pregunta es: ¿cómo se va a reformular el discurso de izquierda si la izquierda, por ejemplo, sigue apoyando a Castro, que es lo más parecido que hay a un tirano bananero? En realidad, en este aspecto estamos en pañales.


Autobiográfico

¿A ratos no le parece excesivamente autobiográfica su narrativa? Más allá de rescatar episodios de una vida en su narrativa usted aparece como protagonista, como personaje, muy a menudo.
Excesiva, la verdad es que no. Autobiográfico es Faulkner, Joyce, no digamos Proust. Incluso Kafka es autobiográfico, el más autobiográfico de todos. En cualquier caso yo prefiero la literatura, por llamarle de algún modo, teñida ligeramente de autobiografía, que es la literatura del individuo, la que distingue a un individuo de otro, que la literatura del nosotros, aquella que se apropia impunemente de tu yo, de tu historia, y que tiende a fundirse con la masa, que es el potrero de la unanimidad, el sitio en donde todos los rostros se confunden. Yo escribo desde mi experiencia, tanto mi experiencia, digamos, personal, como mi experiencia libresca o cultural, que con el tiempo se ha fundido en una sola cosa. Pero también escribo desde lo que solía llamarse la experiencia colectiva, que es, contra lo que pensaban algunos teóricos, algo bastante inaprehensible. Digamos, para simplificar, que puede ser el lado fantástico de la experiencia individual, el lado teologal. Bajo esta perspectiva, Tolstoi es autobiográfico y yo, por supuesto, sigo a Tolstoi.

"Escribir en prosa es de un mal gusto bestial", afirma usted, pero la crítica afirma que su imaginación expresionista encuentra un cauce más natural en su prosa que en su poesía. ¿Cuál es su opinión?
Es de un mal gusto bestial en el sentido laboral del término. Es mucho más agotador escribir novela que escribir poesía. También se podría decir que es más agotador vivir como poeta que vivir como novelista. Supongo que lo dije por joder la paciencia o porque en ese momento me pareció divertido. Visto ahora, ya no me lo parece. Tal vez recordaba mi juventud y la experiencia de la escritura, e incluso de la literatura, como un acto gratuito, es decir no sujeto a transacción económica. Escribir en esas condiciones, bajo esa única ley, era algo vertiginoso. Durante unos pocos meses de 1979, por ejemplo, escribí, si mal no recuerdo, una serie de poemas cortos, aún inéditos, unos poemas que me siguen pareciendo extraños y que en ese momento consideré buenos, incluso muy buenos. Luego perdí esos poemas entre mis papeles o en algún traslado, lo que no me provocó la más mínima angustia. La literatura, para mí, era como el derroche. Todo lo derrochaba, sin pararme a pensar en el futuro, que era un derroche aún mayor, o en la economía, que era una economía de supervivencia y que por lo tanto también, en cierto modo, era parte de ese derroche generalizado. Esto, en prosa, equivale al suicidio.

Usted ha dicho que como lectores hemos llegado a un punto en donde, aparentemente, no hay salidas. Como escritores hemos llegado literalmente a un precipicio. No se ve forma de cruzarlo, pero hay que cruzarlo, y ése es nuestro trabajo, encontrar la manera de cruzarlo. ¿Por qué cree usted que fracasó ya una generación de escritores latinoamericanos para suplantar a los padres del boom, durante los años ochenta?
Bueno, supongo que por generación anterior usted se refiere a los autores que están entre Bioy, por poner un ejemplo, y Rodrigo Fresán. Es decir, autores "consagrados". Gente que plagia muy bien. Gente que no sabe escribir y que vende muchísimos libros a gente que no sabe leer. Yo sobre esos escritores no tengo nada que decir. La literatura, por otra parte, no es ajena a ese tipo de movimientos de flujo y reflujo. Ellos son el reflujo.

Usted ha dicho que los escritores de este "nuevo boom" deben asumir el riesgo en los tratamientos formales. Respecto del "boom" anterior, ¿no piensa usted que la narrativa que permaneció y que se consagró fue aquella más alejada de la experimentación formal, incluido Julio Cortázar?
Cuando hablo de riesgos formales no me limito a lo que comúnmente se llama literatura experimental. Tampoco estoy pensando en lo que se suele designar como literatura aburrida. La literatura aburrida, precisamente, es la que no asume riesgos. Y los riesgos, en literatura, son de orden ético, básicamente ético, pero no pueden expresarse si no se asume un riesgo formal. De hecho, en todos los ámbitos de la vida la ética no puede expresarse sin la asunción previa de un riesgo formal.

¿Se atreve usted a nombrar y justificar tres escritores chilenos que estén escribiendo en una órbita de renovación?
Gonzalo Contreras y Jaime Collyer en prosa. Y hay varios poetas que me resultan muy interesantes.

¿Qué nos puede adelantar de su próxima novela, "2666"?
Nada. Que tal vez sea una pésima novela. O tal vez no.


Borges fue un gran bromista

La novela es un género de segundo orden en el siglo XX, decía Borges, en el sentido de que su paradigma estaba en el siglo XIX. A su juicio, había otros géneros más breves, como el cuento, la historia policial o la poesía, que tendrían más oportunidades. ¿A su juicio, se extiende ese comentario al siglo XXI?
He leído toda la obra de Borges, al menos dos veces, y casi todos los libros que se escribieron sobre él, y hay una cosa que tengo más o menos clara: Borges era un humorista, tal vez el mejor que hemos tenido, sobre todo cuando se juntaba con Bioy, aparte de ser un gran poeta y el más grande cuentista y un gran ensayista. En fin, probablemente el mejor escritor en lengua española desde Quevedo. Decir que la poesía era un género del siglo XX sin duda es una broma. Se mire como se mire. Y decir que el cuento podía sobrevivir a la novela, también es una broma. Borges sabía, mejor que nadie, que novela y cuento son dos hermanos siameses. Uno grande y el otro pequeño, con cerebros distintos y almas separadas, pero unidos y probablemente compartiendo el mismo hígado o el mismo corazón, lo que entraña que a la muerte de uno sigue la muerte del otro.

Gilles Deleuze (recordando a Lowry) sostiene que la obra de arte moderna no tiene problema de sentido, sino sólo un problema de uso. "La obra de arte moderna es todo lo que queramos, esto, aquello y aquello de más allá, es incluso su propiedad de ser todo lo que queramos... desde el momento en que funciona". ¿Cuál es su comentario?
No, no creo que una obra de arte sea todo lo que queramos. Creo que hay reglas y categorías y pesos. Creo que hay deudas y responsabilidades e incluso culpas, en el sentido judeocristiano del término, que determinan no sólo la lectura, sino incluso la escritura. Una obra de arte con la capacidad de ser todo, deja de ser obra de arte y en el mejor de los casos se convierte en camuflaje. En realidad esta pregunta ya la contestó, a principios del siglo XX, Gertrude Stein. Una rosa no es la belleza. No es el misterio del mundo. No es todo. Una rosa es una rosa es una rosa.









Ilustración: Loredano










jueves, 6 de marzo de 2008

Los márgenes del mundo

por Alberto Olmos










La soterrada trayectoria literaria de Roberto Bolaño tomó altura cuando, en 1998, publicó su novela Los detectives salvajes. Se trataba de un texto abrumador, polifónico y metaliterario. Su éxito multiplicó las traducciones de la obra de Bolaño y convirtió su nombre en referente indiscutible de (algo así como) la nueva literatura hispanoamericana.

Lo primero que puede llamar la atención del lector atento que ahora se acerque a esta novela es la escasa similitud entre su contenido y lo que la contraportada y los críticos dicen que contiene. «Dos amigos unen fuerzas para localizar a la escritora Cesárea Tinajero, en un viaje detectivesco que ocupa media vida y medio mundo». Eso dicen. Lo cierto es que Los detectives salvajes parece más una búsqueda de los dos «detectives» que de ninguna otra persona, y que Cesárea Tinajero es buscada y encontrada en apenas unos meses, siendo los veinte años posteriores a este hallazgo (que nada tienen que ver con la ilocalizable literata) el auténtico cuerpo narrativo de la novela.


Diario + Entrevistas + Diario

La novela viene dividida en tres partes. La primera de ellas la conforma el diario de Juan García Madero, y nos sitúa en el México de 1975. La segunda parte, mucho más extensa que las demás, es una acumulación de testimonios de estirpe periodística que «alguien» va recogiendo por todo el mundo durante 20 años y en los que, de una u otra manera, se menciona siempre a Arturo Belano y Ulises Lima, los protagonistas del libro. La parte final es nuevamente el diario de Juan García Madero, que simplemente ha sido interrumpido por el autor con las cuatrocientas páginas anteriores.

Descartado que Los detectives salvajes sea un novela sobre la búsqueda de determinada escritora, concluyo que la obra tiene por objeto detallar la errancia internacional de dos inadaptados, narración que se hace de manera indirecta con una estructura similar a la de Faulkner en Mientras agonizo. Sin embargo, mientras en esta novela de Faulkner lo capital es el relato de los avatares de la familia Bundren, en Los detectives salvajes queda en primer plano la vida del testigo, que en algunas ocasiones se olvida de que «alguien» le está preguntando por Arturo Belaño y Ulises Lima y se dedica a narrar su particular historia.


Un confusa primera parte

La primera parte del libro abunda en la tópica figura del jovencito universitario que quiere ser escritor. El lector asiste a sus encuentros poéticos, sus desvelos bibliotecarios y su desaforada fornicación, que es en realidad de lo que va siempre todo esto de ser poeta. El estilo y lo narrado no presentan un brillo excesivo y la narración llega en algunos momentos a volverse repetitiva y poco verosímil. Especialmente confusa es la fragmentación del texto, ese fechar cada episodio como si de un diario se tratara, cuando es imposible que García Madero escriba todos los días y en todas las casas en las que está y hasta dentro de un automóvil. Un detalle que descalifica la condición diarística del texto se encuentra en la página 112: «Aunque ahora que lo escribo no consigo ver con la misma claridad que entonces...», que sitúa la escritura en un tiempo muy alejado de lo narrado, lo que hace del todo inverosímil que el narrador se acuerde de qué día exacto fue de librerías, y qué día exacto no hizo absolutamente nada.


Apoteosis

Vadeadas las desconcertantes primeras páginas, llega la apoteosis del talento. Un sinfín de narraciones fascinantes va acumulándose cronológicamente para llevarnos del año 1976 en México al año 1996 en diversas ciudades europeas. Estas narraciones son de una extraordinaria variedad, y en muchas ocasiones recuerdan a los testimonios que podría haber recogido un periodista de televisión cámara en mano. La coloquialidad es el timbre dominante de estos relatos, que, como ya se dijo más arriba, parecen girar en torno a la presencia de Belano o Ulises Lima en la vida de estas personas. Algunos fueron amigos suyos, otros sus jefes laborales, otros compañeros de trabajo, o amantes, o poetas y amigos también exiliados. Todos tienen una historia aparte de la historia de su encuentro con los «detectives salvajes», y esas historias que se van contando, sin ninguna relación entre ellas, edifican casi milagrosamente un bloque narrativo indivisible, porque cada historia bien podría ser un cuento aislado, pero hay algo en la dinámica de esta fragmentación que vuelve todos esos relatos individuales una misma fluencia, y que saca a esta novela del populoso catálogo de las novelas que no son tal sino una suma indiscriminada de historias.

El primer testimonio emocionante se titula "Auxilio Lacouture, Facultad de Filosofía y letras, UNAM, México DF, diciembre de 1976". Los militares toman la universidad y Auxilio se refugia en un cubil del cuarto de baño, en lo que ella califica como «el último reducto de autonomía de la UNAM». Y allí piensa cosas como ésta: «Supe que tenía que resistir. Así que me senté sobre las baldosas del baño de mujeres y aproveché los últimos rayos de luz para leer tres poemas más de Pedro Garfias, y luego cerré el libro y cerré los ojos y me dije: Auxilio Lacouture, ciudadana de Uruguay, latinoamericana, poeta y viajera, resiste. Sólo eso».

Algunas páginas más adelante, pueden localizarse pasajes que remiten a la biografía real de Roberto Bolaño (trabajador en un cámping, página 243) lo que viene a confirmar la sospecha primera de que tras Arturo Belano está el propio autor. Además, otros elementos de la realidad, en concreto del mundo literario, sirven para armar numerosos episodios dentro de la novela. Autores como Antonio Muñoz Molina y críticos como Ignacio Echeverría protagonizan diversas escenas bajo los nombres de Aurelio Baca e Iñaki Echavarne, respectivamente. Esta divertida variación bautismal tiene un momento especialmente ácido en el episodio del abogado y editor Xosé Lendoiro, cuya nómina de poetas es como sigue: Gabriel Cataluña, Rafael Logroño, Ismael Sevilla, Ezequiel Valencia, Toni Melilla, etcétera. El propio Xosé Lendoiro protagoniza páginas memorables, trufadas de citas en latín y expresiones lingüísticas de estirpe barroca, con clara intención paródica: «(...) orgullosas como perras, la carne débil y la carne fuerte, maceradas en el atanor del destino, si se me permite la expresión, una expresión carente de significado, pero dulce como una perra perdida en las faldas de una montaña».

Historias delictivas, relatos fantásticos, amoríos, personas enriquecidas por una iluminación quinielística, cárceles... todo va inclinando este libro hacia los márgenes del mundo, las personas desubicadas y su circunstancia a menudo miserable.

Hacia el final de la segunda parte, una frase de uno de los «testigos» parece descubrir el misterio. Andrés Ramírez (página 383) dice: «Mi vida estaba destinada al fracaso, Belano, así como lo oye». Esta afirmación puede hacernos pensar que Arturo Belano es el que está entrevistando a toda esta gente, pero eso es imposible ya que todas estas personas hablan de él. Por ello, la estructura subterránea de esta genial segunda parte (es decir, la respuesta a la pregunta: ¿a quién se lo cuentan?) mantiene su secreto, lo que hace de estas páginas algo digno de releerse con mayor afán detectivesco.


Final

El último segmento de Los detectives salvajes nos devuelve a la búsqueda de Cesárea Tinajero. Muy hábilmente, Bolaño ha intercalado en la segunda parte numerosos episodios en los que Belano y Lima hablan con un tal Amadeo Salvatierra sobre el paradero de la escritora. El diario de García Madero en esta ocasión resulta menos comprometido, y su lectura constituye una especie de suave aterrizaje después de las escandalosamente inteligentes páginas anteriores.

La novela concluye sin palabras, de una manera original que certifica las tremendas aspiraciones de posteridad que alientan esta importante novela.














lunes, 3 de marzo de 2008

Más aplausos para Bolaño

El Mercurio. 02.03.2008


















Roberto Bolaño no deja de hacer ruido en Estados Unidos. Si hace unas semanas fue a propósito de la censura a Los Detectives Salvajes en una cárcel de Texas, ahora es por una entusiasta y meticulosa reseña que “The New York Times Book Review” hizo de La Literatura Nazi en América. Bajo el ingenioso título de “El sonido y el Führer”, la novelista y crítica Stacey D’Erasmo se pregunta: “¿Quién dijo que la literatura no tiene el poder para influir en la historia? No fue Bolaño, sin duda. Para él la literatura es una carga sobria y vigorosa, una fuerza amoral que lleva el poder de inventarse a sí misma, de autojustificarse y automitificarse. Si Hitler hubiera ganado, entonces en esta enciclopedia estarían las no del todo descabelladas historias que habrían prevalecido en aquella circunstancia. ¿Es la poesía nazi un oxímoron? Ni siquiera un poco, afirma Bolaño. Por el contrario, es muy posible”.

Calificándolo como “el hijo sarcástico de Borges”, el texto analiza, además, la forma en que esta novela se articula con Nocturno de Chile y Los Detectives Salvajes, títulos publicados también por la vanguardista editorial neoyorquina New Directions. “Bolaño narra la historia de los escritores nazis y su incansable imaginación”, precisa la reseña. “Ellos continuarán escribiendo libros que nadie leerá, que nadie comentará y que, en gran medida, pasarán inadvertidos. Ellos son los perdedores, pero con una pasión increíble siguen obstinados en refutar a Voltaire, Rousseau y Sartre, así como reivindicando con sus versos a Il Duce”.









Ilustración: Kim Demarco










The Sound and the Führer

by Stacey D’Erasmo
New York Times. 02.24.2008












Among the many acid pleasures of the work of Roberto Bolaño, who died at 50 in 2003, is his idea that culture, in particular literary culture, is a whore. In the face of political repression, upheaval and danger, writers continue to swoon over the written word, and this, for Bolaño, is the source both of nobility and of pitch-black humor. In his novel “The Savage Detectives”, two avid young Latino poets never lose faith in their rarefied art no matter the vicissitudes of life, age and politics. If they are sometimes ridiculous, they are always heroic. But what can it mean, he asks us and himself, in his dark, extraordinary, stinging novella “By Night in Chile”, that the intellectual elite can write poetry, paint and discuss the finer points of avant-garde theater as the junta tortures people in basements? The word has no national loyalty, no fundamental political bent; it’s a genie that can be summoned by any would-be master. Part of Bolaño’s genius is to ask, via ironies so sharp you can cut your hands on his pages, if we perhaps find a too-easy comfort in art, if we use it as anesthetic, excuse and hide-out in a world that is very busy doing very real things to very real human beings. Is it courageous to read Plato during a military coup or is it something else?

“Nazi Literature in the Americas”, a wicked, invented encyclopedia of imaginary fascist writers and literary tastemakers, is Bolaño playing with sharp, twisting knives. As if he were Borges’s wisecracking, sardonic son, Bolaño has meticulously created a tightly woven network of far-right littérateurs and purveyors of belles lettres for whom Hitler was beauty, truth and great lost hope. Cross-referenced, complete with bibliography and a biographical list of secondary figures, “Nazi Literature” is composed of a series of sketches, the compressed life stories of writers in North and South America who never existed, but all too easily could have. Goose-stepping caricatures à la “The Producers” they are not; instead, they are frighteningly subtle, poignant and plausible. Like Leni Riefensthal, the artistes Bolaño invents share a certain Romantic aesthetic, a taste for the classic and nonvulgar, a dislike of “cacophony” and a lurking sense that something has gone terribly wrong in the modern world — that children, for instance, have been “stolen and raised by inferior races” and that a better world in the form of the Fourth Reich is imminent. There is little to no mention of Jews or other undesirables; there are no death camps; World War II is a passing reference at best. Instead, with a straight face, Bolaño narrates the Nazi writers’ tireless imaginations, their persistence in the face of a world history that goes against them, their contrarian determination as they continue to write books that go unread, unreviewed and largely unnoticed. They’re the losers but, with incredible passion, they remain steadfastly in denial of that fact, churning away at their refutations of Voltaire, Rousseau and Sartre; their verses vindicating Il Duce; their novels decrying the decline of piety; their Aryan literary societies. Like Riefenstahl, they find the highest beauty in a particular sort of symmetry and order that only in retrospect seems indubitably fascist. Horribly, persistently, they have a vision that they are incapable of giving up.

They are, in other words, writers. Substitute, say, “language poetry” for “fascism” and the trajectory of these invented lives would be much the same as they are for the busy networks of real writers Bolaño knew from the inside out. Whereas in “By Night in Chile” Bolaño’s dissection of hypocrisy and bad faith (the main character is a morally bankrupt priest allied with the junta) is swift and merciless, here it is not only as if the writer in him couldn’t keep himself from filigreeing in endless perfect and revealing details about his lost souls and their laughable oeuvres, but also as if he couldn’t entirely resist them. As a fellow traveler, he probably knew only too well what it is to pit the invented world on your ratty pages against the firmly stated values of the real world. The imaginary Ernesto Pérez Masón, who pounds away at his novella that is “an erotic and fiercely anti-U.S.A. fantasy, whose protagonists were General Eisenhower and General Patton”; the mysterious beauty Daniela de Montecristo, who loved Italian and German generals during World War II and wrote an epic novel called “The Amazons”; Max Mirebalais, the ceaseless plagiarist who sought to combine Nazism and negritude: the heinousness of their political philosophy is the only thing that distinguishes them from any writer, anywhere, at any time. Moreover, literature, Bolaño writes, “is a surreptitious form of violence, a passport to respectability, and can, in certain young and sensitive nations, disguise the social climber’s origins”.

Who said literature has no real power to affect history? Not Bolaño — for him, literature is an unnervingly protean, amoral force with uncanny powers of self-invention, self-justification and self-mythification. The mythmakers, he suggests, certainly do matter. If Hitler had won, for instance, the not entirely absurd stories in this encyclopedia would be the prevailing stories of the culture. Is Nazi poetry an oxymoron? Not a bit of it, posits Bolaño. On the contrary, it’s all too possible.













sábado, 1 de marzo de 2008

Meterse en el ordenador de un escritor muerto: El Secreto del Mal y La Universidad Desconocida

por Jorge Carrión









Meterse en el ordenador de un escritor muerto es como meterse simultáneamente en el sarcófago de un emperador egipcio y en la caja de seguridad que dejó un espía en un banco suizo. El disco duro es tan oscuro como un cerebro muerto, pero al contrario que éste sobrevive a su dueño. Vuelve (con un clic) a la luz. En la computadora de Roberto Bolaño, y en las cartas y apuntes que dejó escritos y que su viuda Carolina López e Ignacio Echevarría han ordenado, es decir, en el ordenador y en el archivo en papel de Roberto Bolaño, a juzgar al menos por lo que se lee en El secreto del mal y en La Universidad desconocida, se pueden ver las líneas maestras de un proyecto de vida. De una corriente continua que se encarnó en volúmenes concretos.

Algunos ejemplos duales (porque desarrollarlos en su radialidad ocuparía toda esta reseña). Amalfitano aparece en Los detectives salvajes y cobra protagonismo en 2666. La historia de cómo Arturo Belano salvó la vida gracias a dos ex-compañeros del colegio se narra en “Detectives” (Llamadas telefónicas); la de cómo Bolaño salvó la vida gracias a dos ex-compañeros del colegio se vuelve a narrar en “Carnet de baile” (Putas asesinas). La estructura de Los detectives está en este fragmento de “El viejo de la montaña” (El secreto del mal): “Pasan los años. Retroceden los años. En 1975 Belano y Lima son amigos y caminan cada día, inconscientes, por el borde al abismo”; el tono y el ritmo de su primera obra maestra están en “Manifiesto mexicano” (La Universidad Desconocida). Y un último ejemplo, radial en vez de dual: todos los temas y obsesiones de Bolaño están en “Gente que se aleja”, una de las secciones de ese mismo libro de poemas (que el escritor dejó entre su ordenador y su archivo): lo detectivesco, la errancia, el doble, los fantasmas, el amor/sexo, los dibujos, el pasado, lo latinoamericano, la enfermedad, el canon, el horror, la muerte.

Meterse en el ordenador y en el archivo en papel de un escritor muerto que publicó en vida novelas y cuentos y algunos poemas, significa, pues, tanto asistir a la gestación o la reformulación de ideas, temas, personajes que crecieron en novelas-río y en novelas breves, como observar de cerca cómo se construye un relato, desde su primera línea. Tengo la sensación de que Bolaño escribía a partir de un comienzo poderoso. La mayoría de los cuentos reunidos en El secreto del mal no están acabados, pero arrancan con una primera oración o un primer párrafo tan contundentes que la perfección del inicio hace olvidar la imperfección del final. Ejemplos únicos: “Ella se acuesta con dos hombres”; “En cierta ocasión, si mal no recuerdo, estaba en una reunión de locos”; “Me llamo Daniela de Montecristi y soy ciudadana del universo, aunque nací en Buenos Aires”; “No os lo vais a creer, pero ayer por la noche, a eso de las cuatro de la madrugada, vi en la tele una película que era mi biografía o mi autobiografía o un resumen de mis días en el puto planeta Tierra”.

Meterse en el ordenador y en el archivo de un escritor difunto significa introducirse en su marco de referentes literarios. Al final de su discurso “Sevilla me mata” (reunido en El secreto del mal, aunque ya se había publicado en Entre paréntesis), sobre la literatura hispanoamericana a principios del siglo XXI, Bolaño imagina la mansión de un pedófilo asesino llena de niños. La parte de ese discurso en que se encuentra la inquietante metáfora espacial se llama “Herencia”. Los asesinos pedófilos son los padres y los abuelos literarios de la generación de Bolaño (¿que es la de Sada, Villoro, Aira, etc.?). ¿El Boom? ¿Borges y Neruda? La imagen recuerda a la que, de nuevo espacial, encontramos al final de “Carnet de baile”, el relato autobiográfico que dedicó a su relación conflictiva con Neruda: “¿En el sótano de lo que llamamos ‘Obra de Neruda’ acecha Ugolino dispuesto a devorar a sus hijos?”. El texto habla de la necesidad del parricidio pero acaba revelando el miedo al filicidio. La contradicción es constante en la obra de Bolaño. Por un lado, vemos la solidaridad generacional, vagamente vinculada con un ideal revolucionario; por el otro, el amor/odio frente a los maestros. Borges es paradigmático a este respeto.

En “Derivas de la pesada”, otro de los ensayos inexplicablemente incluidos en El secreto del mal (porque también lo conocíamos ya por Entre paréntesis), Bolaño vuelve insistir sobre la hegemonía de Borges. El autor de Inquisiciones, en la lógica un tanto perversa de ese texto, engloba la literatura argentina, sus precursores y sus sucesores y también los intentos de superación que éstos emprendieron (las estrategias de Piglia y de Aira por situar a Arlt y a otros a la altura de Borges). La conclusión es: “Hay que releer a Borges otra vez”. Si nos lo tomamos al pie de la letra, si releemos a Borges, pero esta otra vez lo hacemos desde Bolaño, tenemos de hecho a un anti-Borges. Es más, si como quería el autor de Estrella distante, su cuento “Sensini” tenía en su reverso invisible una novela-río, si de algún modo era una novela-río, la obra bolañiana tendría al otro lado del espejo a la obra borgeana.

Infinitamente mejor novelista que ensayista, cuentista rabioso y poeta convencido, la teoría de Bolaño no está en sus artículos ni en sus discursos, sino en su ficción, sobre todo en la novelística. En la dimensión enciclopédica de Los detectives o en la famosa predicción del futuro del canon que hizo en Amuleto. Borges, en cambio, lidió con la tradición sobre todo en sus ensayos con forma de relato y no escribió novela. Pero también se consideró sobre todo poeta. Ambos parten de Whitman; ambos leen al detalle la poesía francesa del XIX y de principios del XX; pero uno es reaccionario y el otro reactivo; uno es formalista y el otro informalista; cada uno quiere ser leído desde direcciones divergentes. El impulso vanguardista siempre acaba por aspirar al museo; sin embargo, el original clasicismo de Borges prácticamente desde siempre pudo ser asimilado por las corrientes predominantes, porque se vio acompañado por una actitud personal solemne y hasta cierto punto oficialista. Por eso Octavio Paz es el enemigo poético y personal number one de Bolaño. Éste apostó por la marginalidad hasta sus últimos días. Dejó material inédito en el sarcófago de su ordenador y en la caja negra de su archivo; y con él un horizonte de lectura, unas coordenadas ambiguas, desafiantes, incómodas: aún por definir.